Salvando las distancias
alvando las distancias, el desenlace de la temporada que las autoridades del fútbol están ideando recuerda a la vibrante rutina de la NBA. Una incesante acumulación de vuelos de un estado a otro, giras por el Este o el Oeste de una semana, apenas dos horas para un breve ejercicio de tiro entre un partido y el siguiente. Un espectáculo sin igual. Admirado por muchos, indiferente para otros, objetivamente único desde la existencia del deporte. El equipo que menos juega en una temporada alcanza los 82 partidos de octubre a mayo. El conquistador del anillo sobrepasa los 100 en un solo curso. Un ejercicio mental fuera de las capacidades comunes. Una bestialidad física. Nada de hundirse con la derrota en Brooklyn, que mañana hay partido en Boston. Salvando las distancias, la Real se tendrá que meter en la agitación de un calendario exprés si la crisis mundial actual permite volver a la senda de la rutina. Pensar en qué habría sucedido hace décadas si el fútbol se hubiera detenido en plena temporada, con los escasos recursos que había para que los jugadores pudieran mantener la forma, acredita todos los avances que existen para que nadie caiga en la irresponsabilidad profesional de dejarse llevar mientras dure la cuarentena. Hoy en día los deportistas de élite, quizá mirando el espejo de la NBA, son potentes atletas, purasangres con el deber de estar preparados para la incierta fase final del curso. La joven Real puede encarnarse en los ‘Bad Boys' de Detroit. Salvando las distancias. Como en la panadería. Como en la calle
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