El sinuoso camino de Illarra
utriku es el último pueblo de Gipuzkoa antes de que la carretera de la costa entre en Bizkaia. Las curvas ondulan el camino, con el mar a un lado y la montaña al otro. El municipio, singular por su orografía y encantador porque mira sin rubor al litoral, se hace de rogar al fondo de la provincia. Allí nació hace 30 años Asier Illarramendi. Los atípicos entrenamientos de estas semanas tienen en el capitán de la Real a uno de sus máximos protagonistas. Illarramendi encarna la nota positiva de la actualidad porque se entrena al mismo ritmo que sus compañeros ocho meses después de que se lesionara de extrema gravedad. Un mazazo que se entrometió en su carrera. La vida de Illarra en la Real seguramente no ha respondido, hasta ahora, al mundo ideal que muchos avistaron cuando emergió hace 10 años como el nuevo amo y señor del centro del campo. Entre sístole y diástole, el transitar de Illarra lo han entorpecido las minas para que su trayectoria en el club se pueda considerar impecable. Se marchó al Real Madrid nada más consolidarse como líder de un grupo que se clasificó para la Champions en 2013 y, tras dejar la impresión de que la entidad blanca siempre le quedó dos o tres tallas grande, tomó la iniciativa del retorno. Illarramendi se volvió a clasificar para Europa con la Real, su valor como motor del grupo es alto, pero el fútbol no le está ofreciendo facilidades, entre lesiones y la feroz competencia que le ha ido surgiendo. Un camino más sinuoso, como el que conduce a Mutriku, del que quizá se hubiera imaginado
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