El punto débil
l fútbol, visto en directo, descubre al detalle todas sus esencias. Durante muchos años, los asistentes a Anoeta han podido observar ‘in situ’ cómo se las gasta Leo Messi. Un fenómeno del fútbol que se dosifica en cada minuto que el balón circula lejos de sus dominios. Andando. Contemplando. Leyendo la historia interna de un partido. Con el único objetivo de entrar en acción y decidir. Un sigiloso y a la vez letal proceder que se ha cobrado decenas de víctimas, no sólo la Real. Con un silencio similar y un burofax, Messi ha devastado al Barcelona, visiblemente hartado por una imparable desintegración que en la directiva culé no han sabido reconducir. Y cuando el desgaste se ha tornado galopante, atroz, el aparente punto débil del argentino ha salido a la luz. Tan astronómico es su camino por el estrellato como frágil se ha revelado la resistencia de Messi en cuanto se ha quedado sin guardaespaldas. Sin nadie, Neymar, Guardiola, Xavi, Iniesta, Suárez o como se llame, que le acompañe a la cabeza de un proyecto. Y la moraleja es morrocotuda: Messi se ha agotado. Nadie se salva de las épocas de transición. El desafío, eterno, es aguantar con la máximas garantías posibles. Seguir en pie ante la repentina brutalidad de un revés como, por ejemplo, el que golpeó a la Real con la salida de Odegaard. La respuesta, el fichaje de Silva, ha sido un canto a la plenitud. Un éxito para pensar en que ha llegado el momento de volver a ver a la Real codearse en los puestos de honor de la Liga. Allá donde el Barcelona, sin Messi, puede sobrevivir contra las cuerdas ●