El día y la noche
➔ La extraña jornada de dos partidos salda un veredicto inesperado: fue más divertido el telonero que la gala
➔ Para los recados de la mañana, basta con dos harapos que estén a punto del reciclaje. Las viejas bermudas, aquella camiseta de hace 10 años y las deportivas más cómodas. Total, es para bajar a la tintorería, comprar el periódico y volver a subir a casa. La ducha y el afeitado, para luego. Para qué complicarse más la vida, si se trata de recoger el traje y nada más. Ya está la noche para ponerse de punta en blanco. Entonces, sí. Un apurado impecable por el rostro, la consiguiente ducha refrescante y a lucir elegancia. La combinación más distinguida para la gala.
O eso parecía. Un incómodo expediente que cumplir de buena mañana: toma amistoso que te crió, con la plantilla desconfigurada por las eventualidades y la Liga a la vuelta de la esquina. Y por la noche, cita con la final de la Euskal Herria Txapela. Un título que conquistar. Todavía simbólico, a la espera, por qué no, de que adquiera más pedigrí. La sonrisa de Aritz Elustondo al levantarlo, txapela en ristre, delata que entrar en un palmarés siempre sienta bien. Aunque sea en condiciones precarias. La Real se adjudicó su primera copa de mejor vasco. Había perdido sus dos anteriores finales, ante Athletic y Eibar.
Conclusión: había que reservarse para la cena. Hasta las últimas consecuencias. O sea, con 14 ausencias en el primer equipo. A Imanol apenas le tembló el pulso. Y decidió apostar por sus mejores cartas en la reunión de las ocho y media. En Anoeta, el lugar de las grandes ocasiones. No en Zubieta, el cuartel general de cada día.
Intervienen 12 del Sanse
En la recta final de los ensayos, precisamente en los dos últimos, el Sanse ganó presencia ante los temibles gajes del verano. Por si fuera poco, Zaldua abandona el campo maldiciendo una lesión. Y mientras, Imanol, apoyándose en el filial una y otra vez. Contando los dos amistosos de ayer, la Real jugó con 12 jugadores del segundo equipo. Y no perdió ninguno.
La jornada más extraña, por inusual, que se recuerda de una pretemporada se saldó con un veredicto inesperado. El telonero fue más divertido que la gala. Una Real radiante con nueve canteranos sobre el campo superó a un Alavés de Primera por la mañana. Por la noche, con Remiro, Aritz, Zubeldia, Portu o Willian José, la actuación fue más ramplona. Desde luego, menos brillante que la matinal. Que a priori era la de andar por casa.
Entre todos los experimentos de Imanol, el triunfo del carpetazo al verano fue el más prosaico. Mientras el entrenador se metió de lleno en el laboratorio, primero con un sistema, luego con otro, Gorosabel de extremo y Portu de delantero, canto al abecé: balón catapultado al área, salida a por uvas del portero y penalti a un central que fue a rematar la estrategia. Gol, victoria por la mínima y ocasiones, las justas. Con el esmoquin nocturno arrugado. Habiendo lucido de día las mejores galas. Así de enrevesada está la pretemporada ●