Una debacle que afecta a todos
a Real se pegó ayer en Anoeta uno de esos costalazos que se recuerdan en el tiempo. Si tiene consecuencias o no, sólo el tiempo lo dirá. Es obvio que si, en lo que queda de temporada, la Real remonta un vuelo que ahora mismo es rasante en Liga (una victoria en los diez últimos partidos) nadie recordará lo sucedido pero tardes así invitan a sospechar que algo no termina de funcionar bien en esta Real. El día en el que resurgieron buena parte de sus virtudes futbolísticas, tampoco ganó. Esta vez no hubo coartada en el cansancio ya que el ‘once' lo formaron jugadores que no jugaron de salida en Córdoba. Y la debacle fue de tal magnitud que no apunta en una sola dirección. Todos saben que lo sucedido fue intolerable. Desde los que estaban en el campo perdonando en jugadas claras el tercer gol, hasta el entrenador que, por mucho que tenga la obligación de defender el valor de toda su plantilla, se entregó demasiado pronto a la tentación de dar descanso a todas sus piezas maestras. El mensaje que mandó fue de que el partido estaba ganado y los futbolistas que quedaron en el campo, los que finalmente perpetraron el esperpento, lo interiorizaron como quedó acreditado en la nula atención que prestaron a los minutos finales encajando dos goles perfectamente evitables. Cualquier profesional tendría que haber defendido un 2-0 en el 85', más allá de los cambios, pero no lo hicieron. Los jugadores conocen la dimensión de su error, el técnico también. Sobran las palabras. Son ellos los que tienen que actuar ●