Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

“SOY AFORTUNADO, NO BORRARÍA NADA”

- Ángel Rigueira / Fotos: Manel Montilla ¿Qué tenis prefiere?

Feliciano López debutó con 16 años en el Godó. Se despide a los 41, con récord de 22 participac­iones. Llegó a Barcelona siendo un niño, se despide siendo padre, con siete títulos individual­es, seis de dobles, cuatro Copas Davis, mucho carisma y un juego plástico, en extinción.

¿Ha valido la pena?

¡Claro que ha valido la pena!. Sería injusto decir lo contrario. He tenido suerte, me siento muy afortunado a todos los niveles. Hablando de tenis, me han pasado muchas cosas bonitas. Es muy sacrificad­o, con todo lo que un tenista de élite tiene que dejar atrás, pero compensa. Son muchas experienci­as personales gracias a que un día se me ocurrió intentar ser tenista profesiona­l.

¿Qué borraría de un plumazo?

(Se lo piensa unos segundos). Nada. O casi nada. Es muy fácil decir a toro pasado esto lo hubiera hecho de esta manera, hubiera cambiado esto. Pero ahora tengo 41 años y no las puedo ver como cuando tenía 20. Pero eso es lo bonito de la vida en general, el aprendizaj­e. Qué fácil sería volver atrás. Cuando era joven, como todos los jóvenes, eres más osado, te crees que lo sabes todo. No eres consciente de todas las cosas que están pasando. Cuando me hice más mayor, treinta, treinta y pico, jugué mejor porque tenía más experienci­a, me conocía más a mí mismo, sabía mejor cuáles eran mis armas y cómo emplearlas. Tenía un temperamen­to más calmado. Un montón de cosas que no puedes tener con 20. Por eso estos chicos como Carlitos (Alcaraz), aparte de saque, derecha o revés, son superdotad­os mentalment­e. Sobre todo la capacidad de aguantar la presión. A esa edad aspirar a tantas cosas con todo lo que lleva detrás...

Si se tiene que quedar con una

sola conquista. ¿Cuál?

El título de singles y dobles de Queen’s con

37 años fue algo absolutame­nte brutal. Fue inesperado. Con el esfuerzo físico que conllevaba, en un torneo tan especial y jugando con Andy (Murray) volviendo de su operación de la cadera. Fue muy emotivo, es difícilmen­te superable. He vivido muchos momentos bonitos. Ha habido muchos especiales en la Copa Davis, como en la final en Argentina.

¿Era otro jugador en la Copa Davis?

No era otro pero sí sentía una responsabi­lidad mayor que a veces me hacía jugar mejor o siendo más consciente de lo que me estaba jugando.

Tener un equipo detrás sabiendo que de mi victoria dependía para su alegría. El compartir la emoción con el equipo y la afición hacía que en determinad­os momentos pudiera sacar mi mejor tenis. Y me pude llevar unas alegrías tremendas, emociones que son difíciles de comparar con las que vives en el circuito.

Decepcionó a Ion Tiriac, que dijo que ganaría Wimbledon.

(Ríe con ganas). Todavía se lo digo cuando le veo: Te he decepciona­do, Ion. Siempre ha confiado mucho en mí. Yo viví una época difícil porque ganar un Wimbledon en la época de dominio de Federer… Primero me cogió la época de Hewitt, que era el favorito y acabó ganando el torneo. Tengo la espina clavada de la derrota en cuartos con Safin, que nunca debía haber perdido. Perdí unos cuartos con Murray. No sé si una ronda o dos más o una hipotética final, pero para mí y los mortales ganar un Grand Slam eran palabras mayores en mi época. Quizás al principio de todo, pero yo era muy joven. Mi primer año en hierba fue para mí todo muy nuevo, me acuerdo que me metí en octavos, en el top-100. Era mi superficie pero no estaba tan formado como jugador.

Y luego ya enseguida Federer empezó a ganar y ganar. Y luego Rafa… Ha sido una generación complicada. Entre tres se han repartido más de sesenta Grand Slams.

En plena era del ‘Big 3’, ¿qué lugar merece en la historia?

Me siento afortunado. Lo hablo con David (Ferrer), que le ha pasado lo mismo elevado al cubo. Como me dice, sí, hemos tenido la mala leche de convivir con ellos, pero somos también afortunado­s por haber jugado contra ellos porque hizo que fuésemos mejores tenistas. Pero en otros momentos también nos ha perjudicad­o. En un Grand Slam si le ganas a Federer, te toca Nadal. Y si se te ocurre ganarle, te está esperando Djokovic en la final. Y si no, nos tocaba un Del Potro, un David Ferrer, un Wawrinka, un Murray. Un Andy Murray, que es una barbaridad y la gente no es consciente, hubiera sido número uno diez años. Un tío que juega lo que no está escrito y le costó siete finales ganar un Grand Slam.

¿Se siente valorado?

Sí, me siento valorado y querido. He intentado ser un buen tío con todo el mundo, ser una persona correcta. Tengo mis defectos pero he intentado ser correcto.

¿Le perjudicó haber sido personaje de la farándula?

No puedo arrepentir­me de cosas que suceden en este país. Al final conoces a una persona, te enamoras o no te enamoras, pero al final para mí esto está fuera de la carrera deportiva. Pero desgraciad­amente en este país tenemos lo que tenemos.

¿Y a los que decían que no se cuidaba, qué les diría tras haber llegado a los 41 sin lesiones?

No me importa porque yo soy consciente de que me he cuidado mucho, sobre todo a partir de los 29, para poder alargar mi carrera. Si no, no hubiera sido posible jugar tantos años. Como yo lo sé, tampoco me importa que los otros lo piensen.

¿Es irrepetibl­e, su estilo se acaba?

El tenis es muy homogéneo. Con el cambio de raquetas, pistas, todo el mundo juega parecido, sin necesidad de pensar estratégic­amente. El tenis ahora no tiene lo que tenía antes porque la gente es tan fuerte que le pega una hostia y el punto se ha acabado.

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