Mundo Deportivo (Gipuzkoa)

LA REAL GUARDA EL C

Hace historia al sellar su cuarta participac­ión europea seguida, pero acaba frustrada tras su empate El Girona iguala antes del descanso el 2-0 firmado por Oyarzabal y Silva y los de Imanol no atinan para el 3-2

- Ángel López

La Real hizo historia en Anoeta, emuló al equipo txapeldun de los 80 clasificán­dose por cuarto año consecutiv­o para Europa por segunda vez desde su fundación en 1909 y el personal se fue frustrado

a casa a primera hora de la tarde del sábado. Muy normal porque el equipo txuri urdin, en una de sus actuacione­s más brillantes de la temporada, se dejó dos puntos en el camino. Lo previsible es que el empate no tenga consecuenc­ias y la Real se clasifique para la Champions, pero lo sucedido ante el Girona fue finalmente frustrante.

Va a ser muy difícil que la Real encuentre un escenario más propicio para ganar un partido. 30.000 gargantas entregadas en Anoeta, 2-0 en el minuto 24 merced a los goles de Oyarzabal de penalti y Silva, un juego de oro de 24 quilates, un Kubo tocado por los dioses, un jugador más los últimos nueve minutos por la expulsión de Arnau, una decena de ocasiones para marcar con las del final...pero esta vez no fue posible. El Girona neutralizó la doble ventaja en el tramo final del primer tiempo y luego resistió.

La parroquia realista terminó

furiosa con un colegiado nefasto al que pidió tres penaltis, aunque ninguno de los tres fue demasiado nítido. La Real es europea y tiene un mérito impresiona­nte, pero llegarán mejores días para celebrarlo. El champán sigue en la nevera.

Zubeldia y el ‘once’ de gala

Imanol intuía durante los 10 días de espera previos al partido que iba a haber curvas, que no iba a ser una coronación del rey como en Londres, sino una batalla, un intercambi­o de golpes descarnado y por eso quería a sus soldados de mayor confianza, estaba decidido a trazar el ‘once’ de gala incluso a costa de forzar a Igor Zubeldia. Y lo hizo. Su mejor alineación con la presencia del bravo azkoitiarr­a, que volvió a protagoniz­ar una recuperaci­ón heroica.

No fue buena idea la del Girona la de escoger el campo que siempre elige la Real para atacar y tratar de cambiarle el paso porque esto enfureció a la grada, conectada ya desde el himno Txuri Urdin, y apretó un poco más la tuerca de la motivación de una Real que salió a comerse el campo, a beberse la lluvia y a sellar el pasaporte europeo ya en la primera parte. Y para el minuto 4, era tan abrumador el tsunami realista, que Aihen había impactado con el poste con la diestra tras un robo de Merino y Oyarzabal había adelantado a los suyos de penalti, el cometido por Riquelme a Kubo de una manera un tanto cándida. Anoeta volaba, flotaba. Pero no iba a ser un mediodía sólo de disfrute y liberación de endorfinas.

Y eso que los minutos posteriore­s, hasta el 30’, fueron los mejores de la Real de toda la temporada, un placer para los sentidos. Fútbol champán. Rodillo. Zubimendi, un Merino descomunal y Silva entre líneas tocaban de primeras para lanzar a los puñales de la banda, un Kubo desatado y Oyarzabal, y a un Sorloth tragando saliva de gozo sujetando y corriendo al espacio. Pudo marcar el noruego, pero en el mano a mano con Gazzaniga prefirió recortar para ejecutar con su zurda y arriesgar con la derecha, lo que permitió a David López llegar a taponar su disparo a puerta.

Los de Imanol tienen ocasiones de sobra para que la fiesta sea total ante 30.000 fans

2-0 y placer para los sentidos

El que sí provocó el baile de espaldas del respetable fue Silva. Anotó el grancanari­o entrando desde segunda línea, pero pudo hacerlo Sorloth, que estaba justo detrás, Aihen, Remiro o el de fila 7 porque el centro con rosca de Kubo fue delicioso. Y en ‘prime time’ para su

país. La fiesta parecía anticipars­e, pero el Girona no estaba dispuesto a ser un convidado de piedra, un pagafantas. No quería salir de esa evento festivo envuelto en sangre como Carrie, el personaje de Stephen King.

2-2 en 10 minutos

El equipo de Míchel se lanzó al ataque, pero no a la desesperad­a, con estilo, mimando el cuero, ensanchand­o el campo y buscando a sus jugones Riquelme y Couto. Este último anotó el 2-1 por la escuadra en pleno festival de fútbol de una Real demasiado hundida en esa jugada. Quizá Aihen le permitió demasiado. No fue una jugada aislada porque Remiro tuvo que intervenir para despejar sendos intentos de Arnau y Stuani. Y fue el eterno uruguayo el que le clavó la daga a la Real en la última jugada del primer tiempo. Faltita de Gorosabel a Riquelme y centro y remate de manual. Estocada total. Y

con los dos centrales amonestado­s.

La Real quiso salir al segundo tiempo igual que al primero, pero el Girona estaba prevenido. Aún así, Kubo seguía haciendo un roto por la derecha, tanto, que Míchel se vio obligado a cambiar a su marcador, Hernández. Un centro del de Kawasaki no halló rematador y otro envío con firma nipona a Silva dejó al grancanari­o ante Gazzaniga, que intuyó su disparo centrado.

Oyarzabal pidió penalti y segunda amarilla a Romeu en una acción en la que hizo mucho por dejarse caer, Aihen obligó a Gazzaniga a lucirse con los pies y Carlos Fernández cabeceó al larguero en un córner. El Girona ya había renunciado a llevarse todo el botín.

La expulsión de Romeu le puso todavía más picante al final, pero el gol no llegó y la fiesta se retrasó. Y eso que la Real ya es europea

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FOTO: UNCITI El clásico Mikel Oyarzabal celebra con la grada de Anoeta su tanto de penalti al Girona que suponía el 1-0
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FOTO: UNCITI Discutido Silva protesta airadament­e al árbitro, que tuvo una actuación deficiente

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