De los bigotes a la ‘Royal Society’
Alkiza internacionalizó la Real con Aldrige y JB, que vino de rebote
La Real comenzó a abrirse al mundo y a saltar las vallas verdes de Atotxa bajo el mandato de Iñaki Alkiza. Su misión fue otorgar nuevos bríos a un equipo txapeldun un tanto varado en la arena de su gloria y, sobre todo, propiciar un obligado cambio de hogar porque el entrañable Atotxa literalmente se caía de pura decrepitud.
Le tocó a Alkiza agitar el manzano y liderar la transformación, aunque no todo salió como esperaba. Alkiza viajó a Londres con Txatxan Irusta para intentar convencer a Bill Mcneill, técnico por aquel entonces del Manchester City, que les había seducido en el duelo de la Copa de Europa con el Celtic. Pero se negó, eso sí, deslizándoles el nombre del técnico encargado luego de aplicar las descargas eléctricas a aquella Real: un joven John Benjamin Toshack.
Alkiza tampoco deseaba la marcha de Bakero, Txiki y Rekarte al Barça, pero tuvo que transigir con ella y agradeció los 600 millones que se embolsó, que superaba el presupuesto de un año. Negociaron Otegi y Joaquín Aperribay. Gaspart y Casaus llegaron a abandonar la reunión cuando les dijeron la cifra. Pero retornaron para firmar.
Y año al siguiente llegó John Aldridge. Dinamitar la tradición creó un profundo debate en la masa social de la Real, pero en la directiva. Lo tenían claro. La metamorfosis de la Real Sociedad a la ‘Royal Society’ ya estaba hecha.
Tampoco Anoeta con pistas de atletismo era con lo que soñaba Iñaki. “Tuvimos que pasar por el aro; era eso o nada”, decía Alkiza sobre aquello. Ésa no era su aspiración cuando buscaba terrenos para el campo en Altza, Astigarraga o Herrera en su época de directivo.
Ya fuera de la Real, Iñaki de nuevo pasó otro trance con espinas cuando Toshack decidió vender a su vástago Bittor, por el que el Athletic ofrecía 250 millones de pesetas. “Era un equipo que no le apetecía nada”, reconoció el expresidente a MD.
Y es que por Alkiza júnior se había interesado el Barça, pero no se concretó el pase. En Bilbao se recicló al puesto de pivote y, tras nueve años, regresó para jugar Champions con una Real en la que, ya como mandamás de Zubieta, fichó a Imanol Alguacil del Orioko. El legado del heredero