Tensión ambiental
Escuché comentaristas que no podían ocultar una cierta satisfacción ante la posibilidad de que volaran otros dos puntos del Camp Nou con un Leganés que se empleó a fondo viendo que el Barça jugaba con desgana, tristeza y mediocridad. Se ganó el partido a última hora, de penalti y sin euforia. Neymar y Messi se encargaron de que el Madrid no se escapara definitivamente y Ter Stegen tuvo mucho que ver en que la noche no acabara en drama. La grada de animación coreaba el nombre de Luis Enrique y daba ánimos a un equipo desmotivado. Los runrunes y los tímidos silbidos llegaron a oídos del entrenador al final del encuentro. Nada nuevo en un estadio que valora lo inmediato al margen de la trayectoria. Un respeto, Luis Enrique ha ganado nueve títulos en tres años y forma parte del legado de entrenadores de primer nivel que han entrenado al Barça este siglo: Rijkaard, Guardiola y Vilanova .La temporada se acorta y sólo la Copa está al alcance. La derrota ante el PSG tiene efectos alargados. Con estos semblantes sombríos después de una victoria por los pelos en la Liga es temerario hablar de remontada ante el equipo de Unai Emery. Pero si se recuperan las sonrisas, como las de Messi y Suárez desde el banquillo el día del Athletic, todo es posible. Una remontada de esta envergadura es cosa de jugadores, desde Messi, Neymar y Suárez hasta Piqué, Iniesta, Busquets, Ter Stegen, Rafinha... A Luis Enrique le toca la motivación o, cuando menos, dar un espectáculo futbolístico el día de la vuelta del PSG en el Camp Nou. Pienso que no voy desencaminado si sostengo que sin Champions ni Liga se desatará una campaña diseñada para hacer caer a Luis Enrique y cargar toda la responsabilidad a la junta presidida por Bartomeu, objeto del deseo de los que le quieren sustituir antes de que acabe su mandato. Son pugnas legítimas que hacen del Barça un gran y ejemplar equipo cuando gana pero un conjunto desdichado cuando pasa una temporada sin obtener trofeos de alta gama. Pero las prisas no son buenas consejeras