Objetivo: más que una derrota
Hay que admitirlo: en un sector barcelonista había ganas de desestabilizar (aún más) al equipo. Les faltaba una excusa y el batacazo de París se la puso en bandeja. Sin cuestionar el derecho a silbar a los jugadores, aunque no sea lo más adecuado para superar situaciones difíciles, los que lideran la imagen del Mal han despertado para lograr que lo que pueda ser un bache puntual derive en un desastre de proporciones bíblicas. O sea, que lo de París acabe siendo más que una derrota.
Luis Enrique está intentado unir dos objetivos muy difíciles: primero, repartir el esfuerzo entre la plantilla, lo que le reportó el triplete en su primer año, y, a la vez, garantizar el relevo generacional de un equipo en el que sus principales figuras o rozan los 30 años (Messi, Busquets )olos han cumplido ya (Luis Suárez, Piqué, Iniesta). En ambos casos, se lucha por esos objetivos desde la máxima exigencia deportiva, que no permite ni un error a jugadores tan bisoños (22/24 años) como prometedores (Ter Stegen, Umtiti, Rafinha, Denis, André Gomes y Digne).
En ese empeño, ni que decir tiene que el partido de París ha hecho mucho daño. Antes del 14 de febrero, el equipo había afrontado 2017 con éxito: todo victorias en Liga, excepto los robos arbitrales de Villamarín y La Cerámica, con un 20-2 global en goles, y la final de Copa, tras eliminar a la Real, el Athletic y el Atlético. Cierto es que su juego no cautivaba, pero el equipo sacaba adelante los compromisos.
Todo eso se derrumbó en París, donde la confianza y la autoestima resultaron muy tocadas, tanto por el pésimo rendimiento como por la fuerte goleada. El cóctel no fue baladí porque aquella derrota provocó un daño colateral envenenado: el retorno de la imagen del Mal. Nada nuevo. Si no más lejos, volvemos a los tiempos de Robson y Van Gaal, sistemáticamente atacados y silbados por ser considerados usurpadores del banquillo de Cruyff y que osaron ganar 7 títulos en 3 años. Ahora Luis Enrique lleva 8 en 2. Eso es lo que más les duele: no tener derecho de pernada y, encima, que al Barça pueda ir bien. Ahora han de aprovechar la coyuntura