Indiferencia
Primero fue la desilusión. Después, el enfado. Ahora, la indiferencia. Los tres estados anímicos por los que ha viajado el aficionado del Barça de baloncesto en una temporada agónica que solo podría salvar el milagro de ganar la Liga ACB. Como no conviene abusar de intervenciones divinas, mejor ser realistas y empezar a concentrarse en la reconstrucción de una sección que no ha llegado al nivel mínimo exigible. Demasiados partidos haciendo el ridículo, sin competir. Demasiada distancia con la afición, que se cobra con desinterés la trayectoria del equipo. Indiferencia, el peor de los castigos para el primer año de una teórica nueva era.
Ni los atenuantes ni la coyuntura del baloncesto europeo sirven como coartada. Se fichó tarde y mal. Hay que levantar la mano, asumirlo y reaccionar, más allá de argumentar que el proyecto es a largo plazo. Que lo es. Hay que evaluar el trabajo de Rodrigo y Bartzokas y plantear sinceramente si merecen un año más. Se debe procesar toda la información interna y ejecutar para recuperar la ilusión del Palau con jugadores carismáticos, con más corazón que bolsillo. Purgar a mercenarios que llevan años en España y no dicen ni ‘hola’ en castellano. Limpiar la plantilla de jugadores cobardes. Fijarse en el Real Madrid, capaz de retener (Llull), fichar (Randolph) y formar (Doncic) para apuntalar un ciclo ganador. Con el Nou Palau en el horizonte, hace falta, urgente, un golpe de efecto euforizante. El momento requiere implicación, empezando por el presidente. No puede ser que el día que el Barça va desahuciado a Madrid no haya ningún directivo (de la Junta) en el palco del Palacio. La sensación de “no es cosa nuestra” es enorme. La mujer del César y tal.
Las mentes pensantes del Barça global quizá argumenten que el baloncesto no es un pilar estratégico, no hace crecer la marca y no genera ingresos, pero sin un equipo competitivo y atractivo, teniendo, simplemente, una sección por tenerla, no lo duden, el “Más que un club” no lo será tanto