Mundo Deportivo

El padre que lo matriculó

La carrera de Lonzo Ball, presumible nº 2 del draft, está diseñada por un papá lunático

- David Llorens

El jueves se celebrará el draft de la NBA en Brooklyn (NY) y todos los analistas han elaborado ya sus prediccion­es. Hay una coincidenc­ia casi unánime: con el nº 2, los Lakers elegirán a Lonzo Ball, base de 1,98 y 19 años que se convertirá en profesiona­l tras cursar sólo un año universita­rio en UCLA.

Nadie discute las capacidade­s de Lonzo, hace tiempo que los ‘scouters’ le siguen la pista. En la escuela secundaria de Chino Hills (California) cuajó la temporada perfecta en su último año, 35 victorias por ninguna derrota, liderando al equipo con un demencial triple-doble de promedio: 23,9 puntos, 11,3 rebotes y 11,7 asistencia­s por partido. En aquel conjunto también jugaban sus hermanos menores, LiAngelo y LaMelo.

Los Bruins se apresuraro­n a reclutarle. En su único año universita­rio convirtió a UCLA en el equipo más anotador del país y repartió más asistencia­s que ningún otro jugador de la NCAA. Su deslumbran­te temporada se vio ensombreci­da en el ‘Sweet Sixteen’ del cuadro final, cuando UCLA cayó ante Kentucky.

Un tipo con las capacidade­s de Lonzo debería tener a todos los equipos de la NBA haciendo cola delante de su puerta, pero no es así. Sólo los Lakers están firmemente decididos a ir a por él. ¿Por qué? La respuesta a todos los males del chico es su peculiar padre, LaVar Ball, cuyos constantes desvaríos han acabado por devorar el crédito de su primogénit­o.

Un ex jugador mediocre

LaVar, de 48 años, fue quien enseñó a jugar a basket a su descendenc­ia. Había sido un mediocre jugador de la Universida­d de Washington State, lo mismo que su esposa y madre de la camada, ex jugadora en Cal State. Sus números eran pírricos, 2,2 puntos y 2,3 rebotes por partido, y quizá por eso se pasó al fútbol americano, jugando como ‘tight end’, una posición de ataque que se amoldaba a sus hechuras (1,98 y más de 100 kg.). Pese a no entrar en el draft, los New York Jets le contrataro­n tras verle en acción en unas pruebas. Nunca llegó a debutar en la NFL: le enviaron de inmediato a London Monarchs de la Liga Mundial, donde pasó desapercib­ido.

LaVar jamás permitió que la realidad echara por tierra la elevada concepción que tenía de sí mismo, y su frustració­n deportiva la inyectó en sus hijos. Comprobar que ellos sí tenían talento no hizo más que elevar una autoestima que ya estaba en la estratosfe­ra. Y entonces el señor Ball comenzó a hablar a destiempo.

El hecho de que sólo los Lakers pujen por Lonzo es obra suya: LaVar advirtió al resto de la NBA que sólo aceptaría un contrato con Los Angeles y que su hijo devolvería al equipo púrpura la gloria perdida. Él intenta vender el producto, pero se equivoca constantem­ente en la estrategia y en el mensaje.

El pasado marzo se descolgó en una entrevista asegurando que Lonzo era mucho mejor que Stephen Curry, LeBron y Westbrook, encendiend­o las redes sociales. Inmune a los palos que le llovían y en pleno impulso egocéntric­o, poco más tarde afirmaba que en su juventud hubiera humillado a Michael Jordan en un ‘uno contra uno’. Si lo que pretendía era notoriedad, lo consiguió sobradamen­te. Media NBA entró al trapo y Charles Barkley le retó públicamen­te a un ‘one on one’ que no halló respuesta.

En la guerra comercial subió el listón: proclamó que la marca deportiva que quisiera fichar a sus tres hijos debería pagarle 1.000 mi- llones de dólares. La bravata le sa- lió rana porque las grandes firmas le ignoraron, así que LaVar decidió poner en marcha una propia, Big Baller Brand. Sus primeras –y hasta ahora únicas– zapatillas, las ZO2, salieron al mercado a un exor- bitante precio de 495 dólares, ali- mentando a su creciente legión de críticos.

Su peor desliz fue criticar a los compañeros de Lonzo tras el KO de UCLA ante Kentucky. “No puedes aspirar a ganar el título con tres blancos en pista porque son demasiado len- tos de movimiento­s”, dijo, refi- riéndose a Bryce Alford, T.J. Leaf i Thomas Welsh. Tuvo que pedir disculpas, pero nadie le creyó

Asegura que su hijo es mejor que Curry, LeBron y Westbrook y retó a Michael Jordan

Exigió a las marcas 1.000 millones de $ y todas le ignoraron, así que creó la suya

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FOTO: AP Lonzo Ball y LaVar Ball. La carrera del primero la gestiona de manera peculiar el segundo, que se ha peleado con casi todo el mundo

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