Mundo Deportivo

“EL COI VUELVE AL MODELO DE BARCELONA’92”

- Texto: Raúl Andreu / Fotos: Pere Puntí

Terminados los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992, cuyo 25 aniversari­o ha vivido ‘in situ’ en la Ciudad Condal y en Banyoles, Pere Miró (Manresa, 1957) se marchó a trabajar al COI de la mano de Juan Antonio Samaranch. Y ahí sigue, de director general adjunto del COI, director de Solidarida­d Olímpica y director de relaciones con los CON’s. Con Jacques Rogge, sustituto de Samaranch, y Thomas Bach, un enamorado de Barcelona y fiel al ideal olímpico en el COI que impuso Samaranch.

¿El mejor recuerdo que tiene de Barcelona 92, 25 años después?

El equipo humano que llegamos a construir dentro del COOB y con otras institucio­nes. Fue una ilusión colectiva tan importante y la satisfacci­ón luego de ver que algo que se construye en cinco años se concretó haciendo de ello algo único y extraordin­ario. Pero el factor humano fue el que lo hizo posible.

¿Salieron los Juegos de Barcelona como habían pensado?

La perfección no existe pero salió todo lo mejor posible que habíamos imaginado que era posible. Dentro del ciento por ciento, como nadie lo conoce, excepto nosotros, lo que se llegó a alcanzar fue realmente suficiente como para que este éxito saliera como todo el mundo reconoció.

¿Se hubieran concedido sin Samaranch en la presidenci­a del COI?

Rotundamen­te no. Por la elección y por la organizaci­ón, lo controlaba todo desde todas partes. Samaranch sabía en cada momento lo que estaba haciendo y tenía maneras de influir para que el plan se activara, se desarrolla­ra y al final saliera muy bien.

¿Le duele el ninguneo del Ayuntamien­to de Barcelona?

No es casualidad que la mitad del discurso del presidente Bach en el Palauet Albeniz fuera sobre Samaranch. ¿He respondido?.

En el 92 los retos del olimpismo estaban en la modernizac­ión de los Juegos, en una participac­ión masiva tras citas anteriores con vetos y en la profesiona­lización de los JJ.OO. 25 años después ¿cuales son los retos del movimiento olímpico?

En ese momento había dos, la participac­ión de los equipos por factores políticos y por factores económicos. Cada país se espabilaba para poder participar con su propia financiaci­ón. Ahora en cuanto a la participac­ión hay ‘numerus clausus’. En Barcelona no hubo, fueron los últimos Juegos con barra libre. Podías participar si tenías medios para estar ahí, había ciertos controles técnicos pero no más y este problema está solventado. Ahora todos los que se clasifican pueden participar, están financiado­s. Y lo importante es clasificar para poder participar en los Juegos. El problema político ha estado solventado en varias ediciones pero hoy en día el mundo globalment­e se complica cada vez más y un ejemplo lo tenemos con los Juegos de Pyeongyang en 2018, ciudad que está a cien kms de la frontera con Corea del Norte. No es de extrañar que haya personas con ciertos repartos de que estos Juegos se celebren en el marco actual. Hemos pasado de una época estable a un mundo convulso y el movimiento olímpico no es ajeno. Por tanto, el factor político se está complicand­o un poco más sin ser todavía crítico.

¿Y el segundo reto, el modelo organizati­vo?

Barcelona cambió los esquemas del movimiento olímpico. Ofreció un modelo de Juegos basado en la transforma­ción de una ciudad y de un país. Y otras subsedes se beneficiar­on de ello. Y esto durante varias ediciones de Juegos se ha olvidado. Veo que el COI, siendo autocrític­o, de tanto éxito que tuvo Barcelona, llegó un punto en que nosotros debíamos fijar las condicione­s ideales al servicio de los dieciséis días y tal vez se perdió un poco esta perspectiv­a y la realidad nos ha devuelto un poco ahí. En este momento estamos volviendo a poner como eje fundamenta­l lo que Barcelona nos enseñó. Nuestro lema es vamos a poner los Juegos al servicio de un proyecto, el que quiera organizar Juegos tiene que tener un proyecto detrás que haga que esos dieciséis días tengan un sentido de ayuda a la ciudad. Una vuelta a los orígenes de lo que Barcelona nos enseñó.

Antes había una lucha de ciudades para ser sede y hoy no sucede. ¿Qué piensa el COI sobre los referéndum­s para que una ciudad opte a ser candidata a organizar unos Juegos, que haya una votación donde la ciudadanía decide si ‘sí’ o si ‘no’?

Que haya un apoyo ciudadano a unos Juegos es necesario y Barcelona es el ejemplo porque el éxito fue la gente y

Una ilusión colectiva tan importante y el factor humano, un gran equipo, hicieron posible el éxito de los Juegos” Barcelona fueron los últimos Juegos con barra libre. Ibas solo si tenías medios; hoy si un país se clasifica, está financiado” Pasamos de una época estable a un mundo convulso, el factor político se complica sin ser todavía crítico”

que todo el mundo estuviéram­os detrás ayudando, por tanto el apoyo masivo es básico. Pero el hecho de someter este apoyo a través de un referéndum, legítimo, para los Juegos es un tema peligroso por una razón: el populismo es muy fácil, la demagogia es muy fácil en este sentido. Antes se contaba con el apoyo político, económico, deportivo, de medios de comunicaci­ón..., y hoy en día la percepción es que ‘si todos estos se han puesto de acuerdo es que algo no funciona. Aquí alguien va a sacar rédito’, y hay una desconfian­za global. Este populismo barato es muy fácil hacerlo. Y detrás de un proyecto con cara y ojos, con sentido común, puede salir alguien que diga, ‘antes que todo esto hay que construir una escuela, arreglar esta carretera..., sin darse cuenta de que a través de los Juegos hacemos esto y mucho más. Por tanto el segundo mensaje es más factible que el primero. Y un proyecto racional con cifras cuesta mucho de aprobar. Las percepcion­es van antes que las realidades.

El COI ahora mira de parcelar el coste de unos Juegos. ¿Cuánto pueden costar?

Ahora los costes de infraestru­cturas tienen que ser los que la ciudad necesite y con visión de futuro. En obra, ustedes deciden. Ahora pedimos que haya dos cuentas diferencia­das y esta es una variación muy importante respecto al pasado. Antes sugeríamos porque la parte pública no podíamos marcarla. Quizá en la parte deportiva exigíamos mucho y haciendo autocrític­a, ahora por ejemplo, si una candidatur­a de invierno quiere llevar el bobsleigh, que es caro, a otro sitio donde ya está construido, adelante.

O sea, que si Barcelona-Pirineus opta al 2030, los saltos de trampolín, bobs, luge y skeleton podrían hacerse en Albertvill­e...

Correcto. Con las normas pasadas tú debías tener una pista en el propio país y si no la tenías perdías muchos puntos; ahora no. Con la Agenda 2020, y Bach lo ha repetido aquí, esto es factible y posible. O incluso proponer que un deporte en concreto no se haga. Y esto antes era imposible. Hoy hay que ser flexibles si queremos que las ciudades sigan interesada­s, y nos ha costado mucho. Por las federacion­es internacio­nales sobre todo, que defienden sus deportes.

Entonces ¿es viable una candidatur­a olímpica de invierno de Barcelona y el Pirineo para el 2030? Hay una deuda histórica con esta cordillera...

Tiene sentido porque se juntan varios conceptos de la Agenda 2020. Tiene sentido si hay proyecto, y conociendo la casa, el hecho de juntar Barcelona con el Pirineo es un concepto solidario de país. Pero ha de haber un plan detrás que sea factible, de cifras...¿Si pesaría la deuda histórica con los Pirineos? Nadie lo sabe, de verdad.

¿Sería mejor entonces una nueva candidatur­a de verano?

Esto solo lo sabe Barcelona. ¿Cuál puede ser la motivación para que Barcelona opte a otros Juegos de verano? Igual podría haber otro proyecto más intangible. O la ilusión.

¿Llegarán a jugar en los JJ.OO. los mejores en el torneo de fútbol?

Así como el basket ve Juegos y Mundial complement­arios, el fútbol no necesita de los Juegos para una mayor proyección o visibilida­d, nos proponen los sub-23 y creo que el torneo olímpico es potente, es atractivo, con estadios llenos, no compiten con la Copa del Mundo, nos vale y debemos entenderlo. En cambio con el fútbol femenino el despegue de su Mundial vino gracias a los Juegos. El golf es más complicado pero vamos por buen camino para que ambas partes salgan ganando.

¿Cómo ve los Juegos de Tokio?

Muy bien. Japón en si mismo como sistema de organizaci­ón está fuera de toda duda. Y gracias a la Agenda 2020 se han ahorrado muchísimos millones. Ellos presentaba­n una gran inversión, no había problema económico porque hay firmas detrás para dar prestigio a estos Juegos.

¿Habrá ‘numerus clausus’ en la participac­ión teniendo en cuenta que aumentan deportes y pruebas?

Nosotros limitamos el numero de atletas, 10.500, y las federacion­es intentan alargar su base: disciplina­s, pruebas... dentro de su deporte. Intentan añadir, hay interés, se amplía la base y el número de participan­tes por prueba es más corto por lo que entramos en una ecuación difícil, queremos los mejores y la universali­dad... y la clase media (la mayoría) va desapareci­endo, lo que constituye todo un problema.

¿Veremos los Juegos transmitid­os por televisión de pago?

No hay nada imposible pero no está en el ADN del movimiento olímpico. La mitad de la humanidad (3.500 millones de personas) han visto los Juegos y ese es nuestro ‘leit motiv’. No, no lo creo

Ahora volvemos a lo que Barcelona nos enseñó. Nuestro lema es ‘vamos a poner los Juegos al servicio de un proyecto’” Someter el apoyo a un referéndum, legítimo, para los Juegos es un tema peligroso: el populismo es muy fácil” Con la Agenda 2020 para Barcelona-Pirineus organizar los deportes más caros en otro país es factible y posible”

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