Quiero ser campeon
NINGÚN PILOTO ESPAÑOL había sido antes campeón del mundo hasta que se subió a lo más alto del podio en 1969. Si la afición española a las motos la forman hoy una marea de fieles es en gran parte gracias al pionero, al ‘maestro’, como le llamaban pilotos, mecánicos, jueces, periodistas y amigos cuando le saludaban en el ‘paddock’. Seguramente Ángel Nieto también tenga mucha responsabilidad en que en España cohabiten hasta cuatro circuitos de motociclismo. Nieto fue uno de esos deportistas autodidactas y audaces que, como Bahamontes, Santana, Ballesteros y Paquito Fernádez Ochoa, aparecían por generación espontánea proyectando internacionalmente el árido deporte español. En el caso del piloto zamorano, sin embargo, su valor añadido fue el de aunar su talento e inteligencia sobre la máquina con el entusiasmo de la floreciente industria motociclista catalana y que tras todo eso creciera una afición enganchada a la moto y, por supuesto, a los aires de libertad que conlleva correr sobre dos ruedas.
NO DEBÍA TENER MÁS DE 16 AÑOS
cuando el abuelo Rabasa le preguntó al aprendiz que barría el taller de la fábrica de Derbi en Mollet qué quería ser de mayor. ¡Campeón del mundo!, le contestó. Y así fue, nada menos que 12+1 veces porque
Nieto era, como la mayoría de pilotos, muy supersticioso, tanto que no soportaba estrenar mono de carreras y en cada gran premio lo restregaba por el asfalto para enguarrarlo. Sobre la montura era rápido, un excepcional estratega y, como todos los campeones, arriesgaba pero no inútilmente. Ganó con Derbi, Garelli, Bultaco, Kreidler y Minarelli, prueba de la perfecta adaptación de su pequeño cuerpo a la máquina. Y sufrió cuando el joven
Tormo le arrebató dos mundiales, como nos recuerda Juan Porcar, amigo y periodista en aquellas épocas de la mítica Derbi Antorcha