Manyonga, el redimido
El atletismo salvó de la droga al sudafricano, un ex adicto que está cada vez más cerca del récord de longitud de Mike Powell
En tiempos en que es lamentablemente usual que el dopaje ensucie el deporte, sienta bien oir una historia a la inversa: el deporte rescata a un muchacho de los malos hábitos. La vida del atleta sudafricano Luvo
Many onga ,26 años, plusmarquista africano y máximo favorito hoy al oro en la final de salto de longitud en el Mundial de Londres, es de película. Luvo sería protagonista de una buena historia solo con sus méritos deportivos, con su facilidad para saltar más de 8,60 metros (8,65 es su plusmarca personal, de este mismo año) y con el cartel que soporta como probable ‘verdugo’ de un récord maravilloso, los 8,95 metros que Mike Powell mantiene desde hace 26 años. Pero Manyonga, lejos del foso, salió victorioso de una dura batalla personal, la de un adicto a las drogas redimido por el deporte.
Luvo está protagonizando este año los mejores saltos de longitud vistos en los últimos ocho años. “Mi sueño es ser el primer hombre que traspasa la barrera de los nueve metros”, dice. Palabras mayores. Se convertiría en el continuador de una saga mítica en la longitud, que solo ha visto dos plusmarcas universales en casi medio siglo: los 8,90 de Bob Beamon en los Juegos de México 1968 y los 8,95 de Powell en 1991. Lograría por ejemplo lo que se le negó a Carl Lewis. Dicen quienes le rodean que puede hacerlo, porque ya ha superado empresas mayores en su vida.
Es fácil resumir el drama por el que pasó Manyonga. Era adicto al cristal de metanfetamina. Crecido en Mbekweni, un suburbio a una hora de Ciudad del Cabo asediado por la pobreza y el crimen, era un adicto cuando ya se le consideraba un joven prodigio del atletismo, con una explosividad perfecta para el foso. En 2011, con 20 años y ya campeón mundial junior, el dinero que ganaba en el atletismo desaparecía rápida y misteriosamente. No le costó a su familia descubrir que Luvo consumía drogas. Dio positivo en un control por sorpresa. Le detectaron una sustancia llamada Tik, una variante del cristal de metanfetamina bastante popular en Ciudad del Cabo. Tras otro positivo en 2012, tocó fondo. Zapatillas fuera y un intento desesperado por no hundir su vida.
Manyonga confesó. Admitió su adicción y entró en un programa de rehabilitación. Tenía que cargar con una sanción de dos años, un paréntesis perfecto para salvar su vida. Pero la vida le reservaba más puntapiés. En 2014, cumplida la sanción, murió su principal apoyo para regresar al atletismo. Su entrenador, Mario Smith, perdió la vida en un accidente de tráfico cuando iba a verle entrenar. De nuevo hundido, de nuevo con dudas y con la tentación demasiado cerca. John McGrath, un antiguo remero irlandés y practicante de kickboxing, se convirtió en uno de los mejores apoyos de Luvo para escapar del mal. Le aconsejó sin esquivar la dureza: “Sólo tienes dos caminos: o te conviertes en un mito del atletismo o morirás de una sobredosis antes de los 30”.
La clave era escapar de Ciudad del Cabo, de una ciudad y un barrio duros. “Allí es donde me esperaba el diablo”, cuenta hoy Manyonga cuando echa la vista atrás. La mano salvadora se la echó la universidad de Pretoria. Otro ambiente bien diferente, con el atletismo como centro de su vida y una beca económica.
En 2015 ya estaba listo para volar. La metanfetamina, el diablo, quedaba atrás. Un Manyonga liberado voló al año siguiente en los Juegos Olímpicos de Río: medalla de plata. Y en 2017, su progresión es espectacular, volando con regularidad pasmosa por encima de los 8 metros y medio. Esta noche, en el Mundial de Londres, puede ser campeón mundial, esta vez sin la competencia del campeón olímpico en Río, Jeff Henderson.
De justicia poética, para encontrar un final redondo a su emotiva historia, sería que el futuro le tuviera reservado a Manyonga el privilegio de ser el hombre que acabe batiendo el viejo récord de Powell. Y si son 9 metros, mejor. “Nací en 1991, el mismo año en el que Powell batió ese récord, así que creo que es algo que me está esperando”. Así sea