La última sonrisa de Neymar
El brasileño, cuando estaba más fuera que dentro, sonrió al saber que el Barça iba a por sus compatriotas Paulinho y Coutinho
eymar, hasta el último día, cuando ya era inevitable, no comunicó al Barça que se iba. Durante quince largos días de julio, coincidiendo con la gira americana, dribló todas las conversaciones con más eficacia que en el césped. Se iba al PSG, lo tenía decidido y acordado. Cuando lo publicó Marcelo Bechler ,el periodista brasileño de Esporte Interativo, cuando lo dijo Jaume Roures, o cuando lo filtró un DJ amigo de los Toiss, el jugador se limitó a callar en público mientras, en privado, su padre tranquilizaba a la directiva del Barça que, en un principio, dudó de que el crack dejase el Barça para jugar en la liga francesa. Ya en la gira, abrieron los ojos y se dieron cuenta de que el PSG podía pagar los 222 millones del precio de su libertad. Bartomeu se reunió media hora con él en New York, Mestre y Bordas hablaron con el protagonista en el hotel de New Jersey, en la misma concentración Neymar mantuvo el conocido “tete-a-tete” con Raúl Sanllehí horas antes del “Se queda” publicado por Piqué. El jugador, instalado en una ambigüedad calculada para ganar tiempo esperando el mes de agosto, no se definió en ningún momento.
Todo lo que sacaban en claro era que estaba muy enfadado con Juan Carlos Unzué por haberle dicho, en un entreno, que iba por mal camino y que terminaría como Ronaldinho. Unzué está en Vigo, le repetían todos ante un motivo tan débil para abandonar el Barça. En una de estas conversaciones, le contaron a Neymar los planes de fichajes. “Queremos que vengan Paulinho y Coutinho” le dijeron (ya por entonces, la prioridad, Marco Verratti, se había caído tras pasar a manos de Mino Raiola yla negativa del PSG a negociar). “Es bueno que vengan más brasileños”, respondió escuetamente Neymar antes de soltar una sonrisa. La última que vieron en su cara. Ni Luis Suárez , ni Leo Messi, ni sus amigos de vestuario le pudieron convencer. Lo tenía todo tramado y atado.
El jugador ya es feliz en París, con mucho más dinero para él, para su liante padre y con la Torre Eiffel iluminada con su nombre. Duelen las formas. Si Neymar llega a plantear que necesita ser el número uno, que la renovación de Messi le sitúa, cuatro años más, sin ser el líder y que habrían pasado ya ocho temporadas de su llegada cuando tomase las riendas del equipo, habríamos entendido, mejor, su huida a la francesa. Nunca mejor dicho