Gamper en el Pla de la Boqueria

Este 2017 no está siendo un buen año para el periodismo deportivo. En agosto nos dejó de manera inesperada Enric Bañeres y este fin de semana nos llegaba la noticia del fallecimiento de Andrés Astruells .De estilos diametralmente opuestos fueron dos auténticos referentes de la profesión. Enric, más apasionado, tomó prestada del gran Alex Botines la frase de que el Barça lo tenía regalado y con este entreguismo al club de sus amores, que no le impedía ser crítico cuando correspondía, sus crónicas fueron de obligado seguimiento en el entorno barcelonista, donde sus opiniones eran al mismo tiempo tan admiradas como cuestionadas, porque Bañeres era de los que nunca dejaba a nadie indiferente y aquí radicaba su grandeza.

Astruells no era de pedigrí culé, formaba parte de ese colectivo de tránsfugas de los que Laporta decía que “si no dijeran que son del Barça no les leerían”. A Andrés, no le hacía falta a ir por la peñas dando lecciones sobre barcelonismo, como hacen otros de forma exagerada, él tenía bastante con explicar con esa fina ironía que le caracterizaba, que “una noche saliendo de una ardua jornada de domingo de la vieja redacción de la calle Tallers, en las Rambles, a la altura del Pla de la Boqueria, se me apareció la figura de Joan Gamper y me iluminó en la fe blaugrana”. Así es como se sentía con la autoridad suficiente que le aportaba una sagacidad especial para analizar los avatares de un club tan peculiar como el blaugrana.

En definitiva, periodismo en mayúsculas, alejado de la histeria de las redes sociales, que marcan en la actualidad el pulso de una profesión, en la que Bañeres y Astruells ejercieron con maestría y cuyo legado no debería quedar en el olvido para las nuevas generaciones