Deporte de riesgo
Ser presidente del Barça es muy ingrato. Cuando se pierde se le señala como el máximo culpable del fracaso y se le monta una moción de censura. Cuando se gana todo el mérito del éxito parece ser de los jugadores y del entrenador. Es curioso que a Bartomeu nadie le atribuya el acierto de haber apostado por Valverde como entrenador. Igual sucedió con el “Dream Team”, que parece que solo tuvo un padre, Johan Cruyff. Nadie se acuerda que Josep Lluís Núñez apostó por él y le mantuvo en el cargo cuando la mayoría de los aficionados pedían su cese porque, a pesar de hacerle un equipo nuevo, solo ganó una Recopa y una copa del Rey en sus dos primeros años. Esa tendencia de menospreciar la incidencia del presidente en el proyecto deportivo tiene una excepción: Joan Laporta, a quién sus aduladores, le atribuyen gran parte de la responsabilidad de los enormes éxitos del Barça de Guardiola, a la vez, que él se los apropiaba asegurando aquello tan petulante referido a su directiva de que “hemos construido el mejor Barça de la historia”. Olvidaba que la base de jugadores de ese equipo, Messi, Xavi, Iniesta, Puyol o Valdés ,ya estaban en el club cuando él llegó. Tras su marcha, el Barça ha ganado todavía más títulos, gracias, sobre todo, al liderazgo de Messi. En cualquier otro club, el presidente que fichó al jugador más importante de la historia de la entidad hubiera recibido un gran reconocimiento. En cambio, nadie le agradece eso a Joan Gaspart. Otro credo repetido es que en la etapa Rosell-Bartomeu son los jugadores los que sostienen al club, como si en otras etapas pasadas otro presidente hubiera estado por encima de Messi. Los proyectos de éxito, como lo viene siendo el Barça en la última década, son el resultado de la aportación de todos, incluido el presidente. Porque ya nadie se acuerda que si Bartomeu hubiera decidido no jugar contra Las Palmas el 1 de Octubre, como le pedían muchos, esta liga no tendría tanto color azulgrana dado que los jugadores no hubieran entendido que le quitaran en los despachos lo que habían ganado en el césped. Si ser presidente del Barça es un deporte de riesgo imaginen serlo ahora, durante una de las etapas políticas más convulsas de la historia de Catalunya