Primeros pasos en la nieve
MD fue testigo directo de la gran labor de iniciación que realizan los profesores de esquí en La Molina
En temporada de invierno, son muchos los que no se atreven a disfrutar de la nieve como es debido. Mientras ven desde casa en las redes sociales a sus amigos gozando del esquí, el snowboard y muchas otras actividades que ofrece la montaña, siguen sin querer dar el paso de ponerse por primera vez a deslizar por la nieve, ya sea por miedo a las alturas o por no haber esquiado nunca. Es por eso que MD quiso mostrar en primera persona que iniciarse en un deporte como el esquí es algo que está al alcance de todos.
“Seré el único adulto entre otros niños que aprendan con un profesor”, repetía negativamente nuestro redactor mientras subía en coche hacia las nevadas montañas de La Molina. Pero no tenía ni idea de lo que estaba diciendo. Allí le esperaba Patrick, el profesor con más experiencia de la Escola Catalana d’Esquí de La Molina, ubicada a pie de pistas. El reto de Patrick era complejo. Enseñar a alguien que no había esquiado nunca -y encima con vértigo- los pasos principales del esquí. Pero desde el principio, la confianza en lograr su objetivo era enorme.
Tras una clara explicación de la importancia de la seguridad y de llevar el material correcto, el novel aprendiz estaba ya haciendo la denominada cuña -uno de los primeros pasos del esquí- en una leve bajada que a ojos de nuestro debutante parecía un precipicio. Pero rápidamente, con los consejos de Patrick y tras 3 descensos de puro tanteo de la nieve, el redactor de MD ya estaba sentado en un telesilla en busca de su primera pista verde. Fue ahí donde empezó a ser consciente de la maravilla que había estado perdiéndose durante tantos años por miedo o indecisión.
Gozar de la majestuosidad de la montaña, notar su tranquilidad y quedar cautivado por el gran ambiente, casi festivo que se vive en las pistas y en los aledaños. Eso fue lo que llamó la atención de dicho principiante. Que poco a FOTO: S. FERNÁNDEZ poco, sin darse cuenta, había iniciado lo que será una larga amistad con el monte.
Sí. Hubo caídas. Pero la perfecta nieve que había en La Molina también le daba la bienvenida como un auténtico colchón que le ayudaba a levantarse, cada vez con más ganas. Terminaba el primer día algo inseguro , pero fue pisar la montaña en la segunda jornada con la ayuda de otro profesor, David, y la sensación de bienestar se multiplicó al ritmo que no dejaba de realizar descensos cada vez con mayor naturalidad. El resultado final se resume en una frase: “Quiero volver”. Y es que al lado de un profesional, no hay miedo que valga