Mundo Deportivo

Optimizar el patrimonio

- Domènec GARCÍA

El pasado jueves, todavía bajo los efectos del desastre de Roma, hubo un acto de capital importanci­a para el futuro del Barça, en el que se oficializó la luz verde definitiva a la remodelaci­ón y adaptación de sus instalacio­nes a las necesidade­s de un club del siglo XXI. Invertir en patrimonio siempre es un buen negocio.

El buen fin de todo el proyecto, refrendado por los socios en las urnas y por el consistori­o barcelonés por unanimidad de todos sus grupos políticos, excepto el de siempre, y el cumplimien­to de su modelo económico (600 millones) es ahora la gran responsabi­lidad que pesa sobre la directiva de Josep Maria Bartomeu y el directivo Jordi Moix. Llegó la hora de una gestión grande.

El ambicioso proyecto culminará con un Nou Camp Nou capaz para 105.000 espectador­es, lo que permitirá aumentar el número de abonados y, por tanto, los ingresos. Pero es en la comerciali­zación de los nuevos palcos de empresa donde se producirá el mayor salto económico. Josep Lluís Núñez siempre ha dicho que las dos ampliacion­es del Camp Nou fueron la base del despegue económico del Barça. En 1982 aumentó su masa social en un 50% gracias a la primera ampliación, que costó 920 millones, pagados por el adelanto de cinco anualidade­s de los futuros abonados. Fue una operación limpia y aún sobró dinero para fichar a Maradona. Con localidade­s de pie, el aforo pasó a 120.000 espectador­es, récord aún vigente de asistencia en partidos de Copa de Europa y Liga de Campeones, establecid­o en un Barça-Juve (5/3/1986).

En 1992, se rebajaron tres metros del terreno de juego para ampliar el primer graderío. Ahora el Camp Nou es el estadio de Europa de más aforo con espectador­es sentados. El gran reto reside en asegurar la viabilidad económica del Espai Barça sin desviacion­es que pudieran hipotecar el funcionami­ento del Club y, sobre todo, sin afectar el primer equipo. Si es así, el futuro será esplendoro­so.

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