Nada es casualidad

Nada pasa por casualidad en un club como el Barça, donde lo simbólico es tan grande como el Camp Nou. Aunque mañana jugarán seis canteranos la final de Copa, todavía escuece que el martes Valverde alineara en Vigo un once sin el sello de La Masia. Hay situaciones que, siendo coyunturales, también son significativas. Que en el once de gala haya mayoría absoluta de jugadores de casa y, en el equipo B, no haya ni uno, invita a reflexionar. Sin demagogia. Sin ismos. ¿Hacia dónde vamos? ¿De dónde venimos?

Vamos hacia un futuro donde el Barça necesitará futbolistas de la cantera. Por supervivencia económica, pero también, y sobretodo, por convicción futbolística, Historia e identidad. La dificultad es mayúscula, porque hasta los pozos de petróleo se secan y porque es una utopía pensar que el Barça va a encontrar recambio a los Xavi, Iniesta, Messi, Busquets y Piqué en La Masia. Pero si no es petróleo será energía solar y si no es la columna vertebral, el resto del esqueleto sí debe ser posible encontrarlo en casa. Venimos de un pasado glorioso que siempre ganará las comparaciones. Debe ser motivo de orgullo, no de frustración ni depresión.

Ese mismo pasado es también un espejo que ilumina el camino. Una fórmula de éxito que debe aplicarse con valentía. En los despachos y en el campo. Urge liberar el ascensor del Barça B y del primer equipo con decisiones de entrenadores que huyan del cortoplacismo para engrasar la etapa final de la cadena de formación. Hablo más de Luis Enrique y Valverde que de Gerard, que ha hecho debutar a más de una decena de juveniles esta temporada. Algo debe funcionar bien cuando el Barça juega hoy su tercera F4 de la Youth League en 5 años. Y algo falla para que solo Munir haya logrado llegar al primer equipo del once que la ganó en 2014. Urge una política deportiva que facilite el tránsito y evite las fugas de talento indeseadas. Y urge explicarse. Alto, claro y en público. Urge mucho porque Iniesta se nos va, como se fueron Puyol, Xavi y Valdés. Sin recambio