De Roma al Wanda
Después de la estrepitosa derrota en Roma que le apeó por tercera temporada consecutiva de la Champions en cuartos, el Barça necesitaba una victoria convincente en la final de Copa. El 5-0 contra el Sevilla no fue tan solo fue un marcador rotundo, si no la actuación más brillante de una temporada en la que se sumará también la conquista del título de Liga con una superioridad aplastante sobre el resto de rivales, pero en la que al mismo tiempo se tenía la sensación que los resultados eran proporcionalmente mejores al juego del equipo.
Cuando se empezaban a cuestionar las capacidades de
Valverde por sus planteamientos conservadores y a poner en entredicho si este Barça daba para codearse contra los grandes de la Champions, el Barça ofreció sobre el césped del moderno Wanda Metropolitano una actuación que le reconcilió con la mejor de las versiones de su reciente pasado triunfal. Del primero al último minuto los blaugrana arrollaron a un Sevilla que supera en calidad individual y colectiva a la Roma, pero que careció de la fe de los italianos.
La penta goleada no tan solo servirá para rendir el mayor de los tributos a Iniesta, que no merecía cerrar su brillante etapa barcelonista con el recuerdo de sus lágrimas de frustración tras ser sustituido en el Olímpico de Roma, sino para poner en valor los méritos de un doblete amenazado en quedar en quedar reducido a la nada si el Madrid es capaz de encadenar la tercera Champions consecutiva. Y también para constatar que si los excesos de confianza no le pierden, con el más que seguro refuerzo de Griezmann, la próxima temporada habrá equipo suficiente para recuperar el prestigio perdido en Europa.