El City se brinda un homenaje
El cuadro de Pep se exhibió ante el Swansea, le endosó cinco goles y celebró el regreso de Mendy
El City se dio un festín en casa, una semana después de cantar el alirón, compartido esta vez con su hinchada: “Bienvenidos a casa del campeón de la Premier League”, rezó una enorme pancarta antes del trámite frente al Swansea (5-0), un equipo tan necesitado como ramplón. Ni su delicada situación en la tabla, en constante coqueteo con el descenso, le invitó al atrevimiento.
Los hombres de Guardiola, en cambio, respondieron ante el riesgo de contentarse con el título. El City colonizó el balón, levantó a ratos a sus aficionados y abrumó a un Swansea esquelético. Se encerró en su área, en bloque, pero de poco le sirvió ante el cuadro celeste, que descosió a su rival. De Bruyne encontró a Sterling y el inglés conectó con Silva para que, desde la segunda línea, ajustara a las mallas (11’). El recital del City siempre fue a más, con el permiso de un Swansea que no opuso resistencia. El 1-0 le condicionó tanto que no tardó en tirar la toalla. Silva y Delph se asociaron y el inglés vio a Sterling sin oposición, libre para ensanchar la distancia (16’).
Guardiola hizo algunas rotaciones aunque no lo acusó el City, ni de entrada ni tras el descanso, cuando De Bruyne remató la tarde con un precioso y potente disparo lejano (54’). FOTO: GETTY
La propia inercia del City le condujo a redondear la goleada, esta vez tras un penalti inexistente sobre Sterling. Gabriel Jesus tomó la responsabilidad y erró, pero estuvo atento Bernardo al rechace y embocó a la red (63’). Entre gritos de ‘campeones, campeones’, el City disfrutó de una fiesta a la que se sumó Mendy, ausente desde finales de septiembre por una grave lesión. La guinda del pastel aguardó al tanto de Gabriel Jesus, que su- puso la ‘manita’. Yaya Touré, que también gozó de unos buenos minutos, filtró una asistencia preci- sa para que el brasileño, en carre- ra y con la testa, pusiera el broche final a una tarde cargada de sonri- sas en Manchester. Hubo inva- sión al silbido final. Nadie puede controlar la felicidad celeste