Verbana blaugrana
Josep M. Artells
MÁS ALLÁ DE QUE ALGUNOS PASAJES
sombríos de Riazor evocaron borrosamente la pesadilla romana, el partido, celebración liguera al margen, dejó la inevitable certeza de que pasan los años y el Barça sigue en manos de Messi por mucha guarnición que se le ponga a su alrededor. Fue Leo quien decidió inaugurar oficialmente los festejos del doblete con dos goles al final. El Barça alzó el telón con un comportamiento señorial ante una afición que había condenado a Segunda. Aplicó su código de fair play celebrando con discreción y respeto el título en el centro del campo con una especie de sardana gallega sin estridencias ni exageraciones que pudieran molestar al dolido seguidor local. Valverde, la expresión misma de la consideración, se fue a dar ánimos y consuelo uno por uno a todos los jugadores y técnicos deportivistas. Ya en el vestuario, los flamantes campeones se dejaron ir dispuestos a celebrar el doblete como se merece, Messi con un bailecito muy viral. No era el primero de Leo.
LA ÚLTIMA RÚA DE INIESTA
convocó a miles y miles de felices barcelonistas que se echaron a la calle para vitorear a sus ídolos. Hubo derroche de éxtasis y alegría y, a pesar del puente y de que el título era esperado desde hacía semanas, la asistencia fue muy considerable. Piqué se convirtió en el guionista del documental; Andrés no disimuló que está disfrutando cada segundo de su fantástica despedida; Mina aún no se siente tan protagonista como para soltarse con una salsa choke; y Valverde vivió con contención su primera celebración. Para el Clásico se prepara un mosaico en honor a los campeones a los que se les pedirá un último esfuerzo, al menos para conservar el invicto. Los blaugrana reciben al Real Madrid a 15 puntos de diferencia y la cita vendrá fuertemente marcada por si hoy logran el pasaporte a Kiev o caen ante el Bayern