La travesía a nado más olímpica y solidaria
Mari Paz Corominas revive en MD su final en 200 espalda hace 50 años y el cruce del Estrecho para celebrarlo
Está claro que marcó un antes y un después en el deporte femenino español y, sobre todo, en la natación de nuestro país hace 50 años. La catalana Mari Paz Corominas, quien el próximo 2 de junio cumplirá 66 años, conmemoró su final olímpica en 200 espalda en México 68 hace 8 días cruzando a nado con dos amigos y su hermano Juan el Estrecho de Gibraltar, 15 kms que cubrieron en 4 horas. “Lo hicimos muy bien”, dice orgullosa en su visita a MD.
Con 12 años empezó a nadar, con 13 fue campeona de España, con 14 participó en el Europeo de Utrecht’66, con 15 en los Juegos Mediterráneos’67 en Túnez y con 16, tras un mes providencial de aclimatación previo, compitió en los JJ.OO., célebres por la matanza de la Plaza de las Tres Culturas, el Black Power americano en el podio del hectómetro, y el entonces estratosférico salto de 8,90 de Bob Beamon. “Fueron unos grandes Juegos, a caballo entre el amateurismo de Tokio’64 y los ya casi profesionales de Munich’72”, asegura la que fue nadadora del CN Sabadell.
“Aún hoy pienso que el mejor recuerdo de México fue la final del 200 espalda. Por la mañana hice las eliminatorias y nadie pensaba que podría meterme en la final. No estaba entre las ocho mejores del mundo por marcas, pero conseguí el séptimo puesto”, afirma.
Esa mini gesta para los tiempos que corrían en el deporte español le valió ser elegida por segunda vez –la primer coincidió con Manolo Santana– Mejor Deportista Española en la Gala de Mundo Deportivo y, un año después, entrenar en la Universidad de Indiana gracias a Santi Esteva, con el entrenador entre otros de un tal Mark Spitz, Gary Hall y John Kinsella, “los tres medallas de oro olímpica”, proclama.
Lo de cruzar el Estrecho empezó a trabajarlo en noviembre pasado, cuando pidió el ‘slot’ (permiso) para cruzarlo y le dijeron que la segunda semana de mayo. No tuvo miedo. Lo hizo muy bien preparada y muy bien acompañada, por su hermano Juan, y por dos amigos, el psiquiatra Quique Sentís y el prestigioso cirujano José María (Pepe) Raventós. “Estábamos muy preparados a pesar de tener en la cabeza que igual no llegábamos a buen puerto, todo el rato que estuve en el agua no pensaba en medusas, tiburones o ballenas, estaba tan concentrada en lo que hacía, que nadé muy tranquila. Además a cuatro metros tenía la neumática. Fue chulísimo, la verdad. Salimos desde la punta de Tarifa (Punta Marroquí) y llegamos a Punta Cies. No puedes llegar a cualquier sitio para tocar tierra”, señala.
Por el Estrecho pasan 85.000 barcos al año, es decir, 250 al día, y qué barcos, enormes. “La suerte que tuvimos es que la embarcación que llevábamos delante de guía, la que marca el rumbo (a una distancia de los nadadores de entre 60 y 150 metros), no hubo de ceder el paso a ningún barco. Íbamos los cuatro nadando a un buen ritmo (¡Mari Paz era la que lo marcaba!), y al lado la neumática, lo que me dio mucha confianza y seguridad. Ahí iban el juez árbitro, una enfermera y una persona de Barcelona a la que le hacía ilusión seguirnos. Paramos cuatro veces a ‘repostar’ (bromea), pero máximo un minuto. La primera hora hay que hacerla de un tirón, luego cada 45 minutos nos iban dando el avituallamiento que traíamos preparado de Barcelona: unos geles, bebida isotónica y trocitos de plátano”.
‘Dale vida al mar’
A su edad, y con la vida solucionada, hay que descubrirse ante una acción semejante que requirió una preparación específica. “Nadar y cuidar la alimentación. Nadar tres veces a la semana tres mil metros diarios, unos diez mil a la semana, y el último mes incluía una travesía a la semana, o sea, que en abril y la primera semana de mayo hicimos cinco travesías, las primeras cortitas en la Barceloneta, con el agua congelada, primero unos dos mil metros, luego en Begur seis mil, y en S’Agaro una de doce mil. El primer fin de semana de mayo otra de cuatro mil. No te lo ponen fácil, es que si no, ¡prefieren que no vayas!”. Esto sin contar que nunca toma un ascensor. “Vivo en un séptimo y siempre subo las escaleras”, dice riendo Mari Paz.
Corominas no quiere despedirse sin hablar del componente solidario del cruce del Estrecho. Mientras ella y sus compañeros intentaban una travesía lúdica, miles de personas arriesgan sus vidas en sentido contrario huyendo de miserias, guerras y opresión, con el único apoyo de organizaciones que intentan evitar que mueran ahogados en el Mediterráneo. Una de éstas es Pro Activa Open Arms. “Es una ONG que aprecio mucho, y a pesar de lo que se haya dicho últimamente, ha salvado muchas vidas. Hacen una labor didáctica en tierra, explicando que hay muchas probabilidades de que este recorrido les salga mal. No sólo recogen a emigrantes a los que las mafias paran el motor y dejan tirados, sino que trabajan en la prevención para que no se ahoguen en mitad del mar”. Abrió la plataforma ‘Grano de arena’, en la que recauda aportaciones gracias a su reto ‘Dale vida al mar’. Llevan 6.500 euros recaudados y querrían llegar a los 10.000. “Solo salvar una vida más es muy importante”, concluye
Ha promovido una campaña para salvar vidas en el mar y lleva recaudados 6.500 euros