Olvídense, no hay otro igual
Griezmann es talento, goles y sacrificio. Crack. Arthur, esperanza. Ninguno de los que vendrán es Andrés, ni tampoco lo es ninguno de los que siguen
Leo Messi, que la temporada pasada tomó el relevo de Luis Suárez ,ha vuelto a ganar la Bota de Oro y el próximo curso también tendrá a su lado a Antoine Griezmann, que en las últimas cuatro temporadas (21+21+16+19) ha sido el máximo goleador del Atlético. Hablamos de tipo que llegó a Madrid con talento y definición, dos cualidades imprescindibles que no sólo ha mantenido sino que, de la mano de Simeone, las ha completado con una admirable implicación en el trabajo defensivo.
Pero Griezmann, aunque haya metido más goles en cuatro años en el Atlético (112 en total) que Iniesta (57) en sus 16 campañas en el primer equipo, no es Don Andrés .Nilo es él ni lo es nadie. No hay ninguno en el mercado y quizás no haya nunca otro igual. A Iniesta no se le puede medir como a los demás, fraccionando sus acciones, porque lo mejor de Iniesta, lo que no hay forma de calibrar, es su capacidad innata para hacer mejore a todos los que juegan a su lado. Incluido Messi.
Y tiene razón Andrés, como la tuvo en su día Xavi Hernández, en que ahora la cuestión no es comprar otro Iniesta (ya hemos quedado que no lo hay) ni es buscar a uno que juegue de Iniesta, cosa que es imposible incluso para Coutinho, un futbolista parecido pero muy distinto. nacido para hacer otras cosas que está empezando a hacer en el Barça. Por ejemplo, 10 goles y 7 asistencias en 22 partidos, con un disparo demoledor desde fuera del área pero, a diferencia de don Andrés ,élno dirige la orquesta ni la dirigirá nunca. No es lo suyo. Más que crear, interpreta.
Y Arthur, que vendrá con opciones de vestir el dorsal 8, es un melón por abrir. Se pueden comprar goles (Griezmann), se puede apostar por una percepción (el citado Arthur) pero no hay manera de acceder a la exclusividad de futbolistas únicos como los que, por ley de vida, ha ido perdiendo el Barça.
En consecuencia, no queda más remedio que adaptarse, tácticamente y sin nostalgia, a la realidad que se nos viene encima. Pero eso sí, sin renunciar a esos valores de club que, en vez de pregonarse, deben mostrarse en el día a día. El sistema, por necesidad, puede cambiar pero la idea debe ser irrenunciable. La de siempre. Dando bola de verdad a la cantera, por encima de medianías que sólo han encarecido la masa salarial, y buscando en el mercado lo que no encuentre en casa