Mundo Deportivo

La noche que me enamoré de ti

- LOBO CARRASCO

Escapé de allí en plena temporada, febrero, porque Laureano Ruiz me fichó. Llegué a Barcelona en tren y me trasladaro­n en taxi a un Hostal situado en Las Ramblas hasta poder ubicarme en un piso/ pensión junto a otros jugadores. Sorpresa negativa: no podía dormir del ruido que había en las calles al llegar la noche.

Al día siguiente fui a ver al Sr. Rodolfo Peris, Delegado con

Josep Lluis Núñez, y le pedí por favor que me trasladase a otro lugar ¡ya! Meses más tarde, cuando se enteró “El Presi”, ideó La Masía.

Peris me llamó esa misma tarde para decirme que no había Os voy a contar algo increíble, mágico. Sucedió hace 44 años en el lugar más sagrado. Yo era Juvenil, tenía 15, pero jugaba en el Torredemba­rra -Segunda Regional- con y contra hombres. Frente a veteranos amargados que ya no veían el balón redondo y decían a los jóvenes descarados: “Nene, te voy a partir la pierna como no te vayas de aquí”… Nada que hacer porque era más veloz que ellos y los saltaba con la pelota. El aviso era ventaja. habitación libre hasta dentro de unos días pero que en el Camp Nou existía un hangar con material y algunas literas algo deteriorad­as... -¡como si tengo que dormir con una manta en el suelo!-, pensé instantáne­amente. Regresé al Hostal a por mi bolsa deportiva y otra vez de vuelta al estadio con cara de escéptico pero liberado. La noche anterior descubrí lo que no quería ser en mi vida.

Ya en el campo, subí al despacho de Rodolf (así lo llamaría cuando pasó a ser Delegado del Primer Equipo y coincidimo­s de nuevo) para que me acompañara y presentase al Guarda de Seguridad, Sr. José, y a su pastor alemán (muy entrado en años por su forma de caminar).

Visto desde fuera el estadio impone, pero si os trasladáis al año 1976 y os lo vacío por dentro, también os parecería inmenso. Finalmente, el Sr. José me llevó a dicho hangar junto a Blay, portero para el Juvenil B y Manolo, defensa para el C; recién fichados y foráneos también. Yo miraba todo con timidez, era la primera vez que entraba al majestuoso CampNou.

Litera oxidada, manta tacto de esparto, intercambi­o de palabras e imposible dormir. No sabía/sabíamos si era por frío o por excitación. Y de acuerdo, era un lugar inhóspito, pero teníamos un sueño y decidimos aprovechar la noche.

Nos levantamos sin apenas hacer ruido, Blay y yo, rodeados de un silencio fantasmagó­rico. Dejamos la gran puerta entreabier­ta y salimos al pasillo guiados por la luz tenue de la luna con la intención de ver el campo. Yo, a oler la hierba, él a tocar la portería.

Eso quedó para después, primero fuimos a dar toda la vuelta al Estadi sin que el perro se enterase. ¡Anillo completado! Y entonces sí, al terreno de juego para vivir minutos memorables en los que Blay fue porterazo del Barça y yo me regateé a todos hasta poder llegar a jugar con Los Grandes. El campo era nuestro, el hangar hogar y nuestro sueño verdad. Os lo juro, aquella luna lo puede corroborar.

Volvimos a nuestra respectiva litera tan felices que todo parecía transforma­do. Lo que antes era feo y desangelad­o pasó a ser bonito.

El silencio dejó de ser amenaza y, sin saberlo, el Camp Nou nos enamoró. Dejó que fuéramos sus “dueños” como lo fueron aquellos esforzados trabajador­es que tuvieron el honor de construirl­o

Años después, Blay falleció, también el gran Rodolf y el Sr. José. Pero cada vez que voy al Camp Nou me acuerdo de ellos y, siempre que puedo, recorro unos metros el anillo de nuestro campo con orgullo. ¿Quién puede decir que durmió en el mismísimo Camp Nou?

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FOTO: M. MORENO Carrasco no olvidará nunca aquella noche en la que dio una vuelta por el interior del Estadi hasta el césped en total silencio
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