Prestigio, pero sin presumir
Si le hubieran preguntado a Luis
Aragonés por el triunfo en Wembley hubiera contestado algo parecido a un “prestigioso, pero sin presumir”. Pues eso. Una victoria ilustre y reputada pero que se debe medir y valorar en su justa medida. Más luces que sombras, por supuesto, pero cuestiones por mejorar como no podía ser de otra manera cuando se trataba del primer partido de un nuevo seleccionador que, además, no es precisamente un técnico costumbrista.
Para los más eufóricos no estaría de más recordar que hace dos años la era Lopetegui también comenzó de manera notable con un triunfo (0-2) de mucho peso en Bruselas ante una Bélgica ya emergente y, si me apuran, con mejor juego y una mayor sensación de superioridad. La diferencia, que aquello fue amistoso y que ganar en Wembley siempre da lustre.
En cuanto al estilo, la continuidad parece asegurada. Posesión, protagonismo y presión alta tras pérdida como señas de identidad intactas, pero Luis
Enrique ya quiso dejar las primeras huellas de que su equipo tendrá más vértigo, perpendicularidad y aceleración y menos pausa.
Del 1-4-3-3 en ataque pasaba a un 1-4-1-4-1 en fase defensiva. Y de la presión en campo enemigo al repliegue en el suyo, posiblemente en el factor diferencial más acusado en relación al pasado más reciente. Carvajal fue más profundo que
Marcos Alonso, al igual que Rodrigo que Isco. Ambas situaciones, sin duda, por órdenes tácticas. Luis Enrique quiere al madridista más cerca del área rival que de la suya. Más próximo a la zona de finalización que a la de creación. En Wembley quedó demasiado arrinconado. Buena mezcla entre Thiago y Saúl, los escuderos de un Busquets que tuvo a Rashford encima todo el partido. Más ‘tocón’ el del Bayern, más directo el atlético, gol y llegadas incluidos.
El martes, más. Y esperemos que aún mejor