Mundo Deportivo

Naomi Osaka, ha nacido una estrella

- Gemma HERRERO @gemmaherre­ro

Hace una semana Naomi Osaka (Japón, 1997) ocupaba el puesto 19º en el ránking del tenis mundial, sólo había ganado en Indian Wells y se presentaba en su primera final de un Grand Slam frente a su admirada Serena Williams. El triunfo en el US Open lo ha cambiado todo. Osaka es ya una gran estrella. Ha firmado un contrato millonario con Adidas, fue recibida en Yokohama por una multitud antes de ser nombrada embajadora de la marca Nissan y ha pasado por los platós de televisión de los programas más vistos en Estados Unidos, como el ‘Today’ de la NBC o ‘The EllendeGen­eres Show’. Se ha convertido en una celebridad y no disimula que está algo sobrepasad­a por todo lo que le está sucediendo.

“No me puedo creer que seas una persona real”, le dijo con candidez a la presentado­ra Ellen DeGeneres antes de confesar lo que Serena Williams le había dicho en la entrega de premios, mientras el público gritaba y a ella le rodaban los lagrimones y se intentaba tapar con la visera. La polémica de Williams con el juez de silla Carlos Ramos eclipsó su gran triunfo: “Me dijo que estaba orgullosa de mí y que debería saber que la gente no me estaba abucheando a mí. En ese momento yo sí pensé que me estaban abucheando. No podía entender lo que pasaba porque había mucho ruido. Fue estresante”.

Osaka tendrá que aprender a lidiar con la fama, pero ya ha demostrado a sus 20 años que, por su tenis, hay motivos para creer que le espera un gran futuro. Tímida fuera de la pista, dentro se convierte en una fiera y son muchos los que comparar su manera de jugar con la de Serena. Y no es casualidad porque, como la norteameri­cana, Naomi ha sido ‘fabricada’ por su padre desde que era una niña para ser una estrella. Como Serena, también tiene una hermana mayor tenista, Mari. Y su padre, Leonard Max François, se dedicó como el de Serena a entrenarla­s a ambas después de ver por TV la final de dobles de Roland Garros de 1999 a Venus y Serena. NEl reto que le queda por delante es mayúsculo porque Serena ha ganado 23 Grand Slams y a sus 37 años sigue a la caza del récord de 24 de Margaret Court.

Una infancia diferente

Parte de la fascinació­n que ejerce Naomi Osaka sobre el público viene de su historia y su origen multirraci­al. Su madre, Tamaki, estudiaba en un instituto de Sapporo cuando conoció a un joven negro, Leonard Maxime Francois, nacido en Haití y criado en Estados Unidos que había llegado a Japón. Comenzaron su noviazgo en secreto y cuando el padre de Tamaki se enteró montó en cólera porque, según sus creencias culturales, la relación era una vergüenza para la familia. Hay que tener en cuenta que Japón es uno de los países desarrolla­dos más homogéneos racialment­e del mundo. Tamaki y Leonard se fueron a vivir juntos a Osaka y durante una década ella no tuvo ningún contacto con su familia, ni tampoco sus hijas, que sólo se llevan 18 meses y que mantuviero­n el apellido de su madre, el mismo de la ciudad donde nacieron, porque así les resultaría más fácil inscribirs­e en las escuelas.

En 1999 todo cambió cuando Leonard vio por televisión la final de dobles de Roland Garros entre Venus y Serena y decidió que sus hijas también serían tenistas. Él tenía algunos conocimien­tos básicos y cuando Naomi tenía solo tres años la familia se trasladó a Long Island, donde vivían los padres de Leonard, que se dedicó a comprar libros y vídeos sobre tenis para enseñar a sus hijas. En una entrevista a ‘The New York Times’, Naomi recuerda que no le gustaba golpear una y otra vez a la bola, pero tenía una meta: “Quería ganar a mi hermana. Para ella no era una competició­n, para mí sí. Cada día me decía: Te ganaré mañana”. En 2006 dejaron la casa de los abuelos y se marcharon a vivir al sur de Florida, donde se entrenaban durante el día y estudiaban en casa por las noches. No es difícil imaginar que debían tener poco contacto con otras niñas; su vida estaba dirigida únicamente hacia un objetivo: ser estrellas del tenis. También decidieron que Mari y Naomi mantuviera­n la nacionalid­ad japonesa y no se puede obviar que el posible impacto en el mercado asiático ya era un factor que Leonard tuvo en cuenta.

El primer triunfo

Mientras Mari sufrió una lesión que ha lastrado su progresión, Naomi seguía escalando en el ranking. Y por fin llegó su primer triunfo importante en Indian Wells el pasado marzo. Y a la hora de recoger el trofeo y hablar ante el público, hizo reír a todos con su sinceridad: “Este puede ser probableme­nte el peor discurso que han escuchado”. Una semana más tarde, en la primera ronda del torneo de Miami, Naomi se enfrentó por primera vez a Serena y la ganó. “Siempre había querido jugar con ella”, dijo, y explicó una anécdota; en el partido estaba deseando que Serena exclamara uno de sus clásicos gritos de aliento, el ‘come on’ (vamos): “En algunos partidos nunca lo dice y pensaba que era decepciona­nte, como si no tuviera que esforzarse. Quería que dijese ‘vamos’ conmigo y cuando al fin lo gritó fue como… ¡Yeah!”

Si quería escuchar a Serena Williams gritar, en la final del US Open sus deseos fueron concedidos mientras ella se convertía en la primera japonesa en ganar un Grand Slam con Sascha Bajin, que durante ocho años fue el sparring en los entrenamie­ntos con la estadounid­ense y al que Serena considerab­a como “de la familia”, de entrenador. Osaka es ahora 7ª del ranking WTA. Su ferocidad en la cancha contrasta con su tono de voz bajo, su retraimien­to y la vergüenza que pasó cuando en el show de Ellen DeGeneres confesó que le gustaba el actor Michael B. Jordan de la película Black Panther y DeGeneres le envió un tweet, una foto con Naomi mientras ella se tapaba la cara, mortificad­a. Más tarde tuiteó bromeando al respecto: “Vale. Es hora de que me vaya de este planeta. El nivel de vergüenza ha alcanzado el nivel crítico”

Su triunfo sobre Serena en el US Open dispara la fama de una chica muy tímida Como Serena, su ídolo, su carrera en el tenis es producto de la obsesión de su padre

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