¿Quién ayuda a Dembélé?
Tras mis últimas columnas en MD hablando de Dembélé (de la intención del club de que por ahora siga aquí o del castigo de Valverde ante el Betis) algunos consocios me han hecho la pregunta que me planteé también durante días. ¿Y aquí, en el Barça, nadie le ayuda? Después de hablar con unos y otros e intentar atar cabos, concluyo que aquí todos están remando para la integración de un jugador que, por momentos, parece que esté preparando su marcha.
Me consuela saber que se hace lo posible para ayudarle. Al mismo tiempo, me preocupa que, como más va, más cerca parecen algunos actores de rendirse. Al fin y al cabo, es una cuestión mental del jugador, de esfuerzo y, como bien dicen Piqué o
Deschamps, de decidir que su apuesta vital es el fútbol.
Vayamos por partes. En verano, cuando Dembélé regresó como campeón del mundo, no le sentó nada bien que el club fichase a otro extremo (Malcom). Ya entonces, en pretemporada, los nuevos cuatro capitanes se comprometieron a sumar a Dembélé a la causa. Así lo han intentado
Messi, Busquets, Piqué y Alba durante meses. Umtiti, que ha sido su puntal en este año largo en Barcelona, ha remado para que
Ousmane tuviera más de un amigo en el vestuario. Ahí, Valverde ha tirado no pocos cables.
El entrenador, que junto a Robert Fernández apostó por un extremo como Dembélé antes que por Mbappé, fue consecuente con su decisión y le dio 9 titularidades seguidas. El francés Abidal, que fue escogido por Pep Segura por su buena relación con el vestuario y por su conocimiento del fructífero mercado francés, siempre ha tenido línea directa con Ousmane para aconsejarle y orientarle. Incluso el presidente
Bartomeu, con su fluido francés, ha mantenido algún contacto con el jugador mirando de encauzar una situación peliaguda.
Compañeros, staff, dirección deportiva y la cúpula directiva le han dado facilidades de todo tipo. Luego, le han avisado, por activa y por pasiva, que esto va en serio y que sólo de su compromiso y actitud depende su futuro, en el fútbol y en el Barça. Y, quizás, en la vida.
Maradona llegó a Barcelona a los 21 años, rodeado de su inseparable clan. Neymar fichó por el Barça a los 20 y llegó con un avión repleto de Toiss, su pandilla a sueldo que nunca le abandonó. Dembélé aterrizó aquí con 20, procedente del frío de Dortmund, aclamado por sus marchosos amigos franceses que van como Pedro por su casa.
El Barça, en tres momentos distintos, contrató a tres jóvenes talentos del fútbol, de características muy distintas, pero superdotados individualmente para un deporte colectivo. La idea era que su eclosión futbolística la hicieran vestidos de azulgrana. Goicoechea y una hepatitis dejaron a Maradona demasiados meses lejos del campo de juego y demasiado cerca de otras tentaciones.
Neymar, cuatro años profesional en el campo, tuvo la complicidad mediática, y de club, que le tapó fiestas y salidas hasta que se largó con la música a otra parte.
¿Y Dembélé? Está empezando a dibujar un camino conocido por otras historias de jugadores de origen humilde, famosos de la noche a la mañana, que se hacen millonarios de golpe y que no saben que el éxito es la suma del talento y la actitud. Con una de las dos características, no basta. “Allez, Ousmane”