La escopeta nacional
El proyecto de la LFP de llevar el Girona-Barça a Miami ha provocado una retahíla de situaciones que nos recuerda ‘La escopeta nacional’, obra maestra de
Berlanga. Dicho film narra las peripecias de un industrial catalán (Jaume Canivell) para colocar sus porteros electrónicos en las viviendas oficiales. Eran los tiempos del posfranquismo. O sea, como los de hoy más o menos. Para lograr su propósito
Canivell acepta pagar una cacería, a la que acuden ministros y pillos de varios. Tebas, en cambio, ha ido por libre hasta enfrentarse al poder constituido (FEF, AFE e incluso FIFA) con hechos consumados y, lo peor, sin ‘engrasar’ debidamente la maquinaria, lo que quizá sea el problema real.
En medio, como en la película, toda suerte de dislates hilarantes. El mejor, sin duda, a cargo de Pedrerol que soltó que el Gobierno enviaría a Miami 40.000 banderas españolas para repartir entre el público, a fin de combatir un posible mitin independentista. ¿Se imaginan a los latinos de Florida ondeando la bandera de los ladrones y genocidas que España les envió hace cinco siglos? Apoteósico. Tan bueno es el proyecto de
Tebas para aumentar el negocio de LaLiga, como mala su planificación. Al final
Canivell no logra el negocio porque topa con los poderes fácticos (Opus Dei), un papel ahora atribuible a Rubiales y Aganzo.
La duda que albergamos sobre este símil con ‘La escopeta nacional’ es determinar quién sería propietario de la pasmosa y estrafalaria colección del dueño de la finca de la cacería, el casquivano marqués de
Leguineche. ¿La recuerdan?