Solari, más cerca de Zidane que de Lopetegui
En el Real Madrid, históricamente, la figura del entrenador nunca ha sido una obsesión presidencial. Ni en los tiempos del gran patrón, Don Santiago Bernabéu, ni ahora en la etapa de Florentino Pérez que desde un principio se inspiró en las ideas y costumbres del gran patriarca del siglo XX, sin duda, un adelantado a su época como demostró durante los 35 años que presidió la entidad blanca.
En el club siempre se ha apuntado más a la caza y captura de los mejores futbolistas del momento, ya fueran nacionales o extranjeros, que al fichaje del técnico de moda. Es más, casi siempre se ha ‘apellidado’ al equipo más por el nombre de sus jugadores que por el de sus entrenadores: el ‘Madrid de Di Stéfano’, el ‘Madrid de los yeyés’, el Madrid de ‘la Quinta del Buitre’, el Madrid de ‘los galácticos’, el ‘Madrid de
Cristiano’… Ni siquiera con Miguel Muñoz como entrenador, 15 temporadas consecutivas (1959-74) con dos Copas de Europa, nueve Ligas, dos Copas y una Copa Intercontinental, era el ‘Madrid de Muñoz’.
Valga el largo preámbulo para explicar y hasta justificar porque el Real Madrid se ha quedado con Santi Solari como entrenador y le ha firmado un contrato hasta 2021. De provisional a nómina. Sólo tenía que superar la prueba que tenía por delante. Cuatro partidos hasta este parón por los partidos de las selecciones. Las exigencias no eran máximas. No tenía ni que sacar nota. Simplemente conseguir cambiar el rumbo del equipo. Cortar con la dinámica negativa en la que había caído con una victoria y cuatro goles en los últimos siete partidos.
No se le exigía una revolución, ni una transformación mayúscula en el juego y menos ahora que la Liga está más compacta que nunca y ‘cualquiera gana a cualquiera’, como dice el mismísimo Messi. Simplemente tenía que ganar los siguientes cuatro partidos, todas las competiciones incluidas, y tomar aire. La recuperación goleadora, 15 tantos, ha influido también en la decisión final de ampliarle la confianza con un contrato como entrenador del primer equipo y un compromiso de que seguirá en el club en el caso de que el banquillo del Bernabéu, tarde o temprano, termine quemándole como a Lopetegui, Zidane, Benítez, Ancelotti, Mourinho, Pellegrini…
Solari se ha presentado en la elite como un entrenador pragmático. Ha tomado las decisiones justas que han calado donde tenían que calar. A saber: ha apostado definitivamente por Courtois para la Champions y para la Liga; ha dejado en el banquillo a jugadores que evidenciaban un bajo estado de forma, como Isco y Asensio y ha abierto la puerta de Vinicius, que parecía cerrada con el anterior técnico, pero sin olvidar la circunstancia ocasional de que Mariano, el otro delantero de la plantilla y último fichaje del club, estaba lesionado.
Poco más. Su gestión apunta que va a estar más cercana a la llevada a cabo por Zidane que a la puesta en práctica por Lopetegui. Va a cuidar más el equilibrio y la convivencia en el vestuario que las cuestiones puramente tácticas. Menos exigencias en este sentido. Menos pizarra. De hecho, no ha cambiado ni de sistema. Lo apuntó en Melilla, en la Copa, porque no jugaron los titulares, pero después no ha apostado por el 1-4-2-3-1 con el que jugaba en Castilla y se ha mantenido en el 1-4-3-3 en el que tiene que adoptar menos decisiones traumáticas.
Ha dulcificado la intensidad táctica en general y el esfuerzo de la presión alta tras pérdida en particular. Prefiere el repliegue medio y las líneas más juntas para acometer menos riesgos. Su objetivo prioritario una vez confirmado en el cargo es mejorar la condición física de la plantilla. De todos. Titulares y suplentes. Es una de las cuestiones que más influyó en la destitución de Lopetegui. En el club se apuntaba el déficit en esta faceta como el principal culpable del bajo rendimiento del equipo. De ahí que Pintus, que se había quedado en el club después de la marcha de Zidane, haya tomado el mando con plenos poderes