La Roja invernará en el desafecto
Aunque por las venas de todo buen futbolero la sangre que vuelve a fluir es la de la Liga y la de la Champions, no está de más que teniendo en cuenta que posiblemente no volveremos a hablar ni escribir de la selección hasta finales de marzo, cuando comience la fase de clasificación para la Eurocopa 2020, se aproveche la ocasión a modo de balance para analizar el papel de la Roja en 2018, especialmente en esta última fase pos mundialista.
De la depresión causada por el Mundial de Rusia se ha pasado al desafecto e indiferencia provocados por las postreras puestas de corto de los hombres de Luis Enrique. La selección invernará durante cuatro meses en el más absoluto de los silencios, sin que nadie se acuerde de ella, más allá de que se conozcan sus próximos rivales el próximo 2 de diciembre.
La sensación generalizada es que tampoco Luis Enrique ha sido capaz de revitalizar el equipo y para su desgracia no ha podido resolver el aluvión de interrogantes que se le amontonaban cuando llegó. Además de darle una vuelta de tuerca al propio estilo futbolístico, el nuevo seleccionador estaba obligado a encontrar soluciones a una serie de problemas pendientes, unos derivados del propio rendimiento de algunos jugadores y otros nacidos por la marcha voluntaria de seguros titulares.
Había que comenzar por donde un equipo nunca debe fallar, por la portería. Tenía que encontrar un guardameta que ofreciera seguridad y confianza después de la sospecha alimentada por De Gea .No lo ha encontrado. Apostó por la misma carta. Y seis partidos después el portero del United está tan discutido como antes, o más.
Estaba obligado a encontrar un compañero de viaje para Sergio Ramos después de la renuncia de Piqué, empujado o no por las circunstancias en forma de pitos. No lo ha encontrado tampoco después de convocar a seis centrales (Nacho, Albiol, Iñigo Martínez, Bartra, Diego Llorente y Hermoso).
Otro frente abierto, doble, era elegir relevos para Iniesta y Silva. Para el primer puesto, Koke y Thiago arrancaban con cierta ventaja, pero, lesiones aparte, parecen haberla perdido en beneficio de Saúl y Ceballos. El rojiblanco es un centrocampista atípico, que aparece más y mejor en las dos áreas que en la zona que le corresponde, la de creación, pero parece moldeado para los gustos del técnico. El blanco tiene desparpajo y personalidad para querer siempre el balón. Por eso ha acabado de titular.
Para la posición más adelantada de Silva, jugando entre líneas siempre cerca del área contraria y con buena relación con gol, se contaba con Isco y Asensio como máximos candidatos, pero los dos blancos, después de un arranque al galope han acabado al trote, sin tener la influencia que se les puede exigir.
Y la última asignatura pendiente de Luis
Enrique era encontrar el delantero centro que nunca terminó de encontrar Lopetegui y le ha sucedido lo mismo que a su antecesor. Al margen de Diego Costa, citado para la primera convocatoria y que no ha terminado de venir nunca, por la demarcación en cuestión han pasado Morata, Rodrigo, Aspas y Alcácer. Todos han tenido su oportunidad, algunos más que otros, y nadie se ha quedado con el ‘nueve’. Un mal ya endémico.
Tres meses, seis partidos y 32 jugadores después, la Roja está donde estaba. Con las mismas carencias en determinadas posiciones y las mismas dudas en cuanto al juego y al rendimiento. Y eso que en la última llamada el técnico resolvió una situación, la de Jordi Alba, que se había creado él solito con su machaconería de no citarle.
Cierto es que Luis Enrique sí parece haber medio conseguido que sus hombres entiendan que sin renunciar al juego combinativo y al ataque posicional, se puede aplicar al fútbol un punto menos de pausa y un punto más de aceleración y que la perpendicularidad no tiene nada que envidiar a la horizontalidad, todo lo contrario.
Buen invierno, Roja