Mundo Deportivo

Vergüenza en la previa

El autobús de Boca fue apedreado y sufrió los gases lacrimógen­os que había lanzado antes la policía para dispersar a los seguidores de River

- Aquiles Furlone

El dispositiv­o de protección policial resultó ineficaz para proteger al vehículo ‘xeneize’ Tras el anuncio de la final aplazada se produjo el caos en los aledaños del Monumental

El fútbol sudamerica­no, el argentino puntualmen­te, parecía haber tocado fondo el 14 de mayo de 2015. Aquel día Boca y River se medían en La Bombonera por la revancha de los octavos de final de Libertador­es, pero la jornada pasó a la historia como la del gas pimienta, después que un hincha ‘xeneize’ rociara con ese elemento a los futbolista­s visitantes adentro del túnel, cuando regresaban al campo para disputar la segunda parte.

El duelo se suspendió, Conmebol se lo dio por ganado a River y en Argentina comenzó a hablarse de un punto de partida para reinventar­se. Más bajo que aquello, decían, no se podía caer. Pero si de papelones históricos y vergüenzas sin precedente­s se trata, el fútbol del país del tango siempre tiene algo más para dar.

Otra vez Boca. Otra vez River. Y otra vez por Libertador­es. En este caso el partido decisivo. La que se ganó el mote de la ‘madre de todas las finales’, ‘la mejor final del mundo’, se convirtió en la peor de todas, en un día de hechos tan incomprens­ibles como inasumible­s. Murió el fútbol. Lo mataron…

La locura comenzó cuando el autocar con la plantilla de Boca llegaba al Monumental. Un grupo de aficionado­s de River atacó al vehículo con piedras y botellas. La Policía, que ya había hecho mal parte de su trabajo exponiendo de esa manera al bus, despejó a los agresores con gases lacrimógen­os.

Esos gases tardaron segundos en afectar a los futbolista­s de Boca, con Tevez como uno de los más perjudicad­os. Otros tenían cortes producto de los vidrios y los proyectile­s.

Mientras todo esto sucedía, la Conmebol seguía empeñada en disputar el partido, al punto que llegó a mover el horario de inicio del mismo hasta tres veces.

En las gradas, repletas, el público no sabía qué hacer ni qué sucedía, mientras afuera miles seguían intentando ingresar pese a no tener tickets –y por eso hubo numerosos enfrentami­entos con la Policía- y otros se dedicaron a robar vehículos aparcados y provocar desmanes en las inmediacio­nes.

Si el escenario ya era de locura, todo se agravó cuando se comunicó la decisión oficial de suspender el choque. A varios hinchas que abandonaba­n el estadio, otros aficionado­s les robaron sus entradas y hubo numerosos cruces entre aficionado­s y policías en diversos puntos de los alrededore­s del Monumental.

Un día para el olvido. Una jornada papelonesc­a. Heridos, multitud de daños y locura generaliza­da. Incidentes gravísimos que, si no terminaron en tragedia, fue de milagro

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FOTO: GETTY Aficionado­s de River Plate se suben a las vallas dentro del estadio Monumental horas antes de un partido que no llegó a empezar.
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