El camino de la vergüenza
Tras dos suspensiones y una reunión con la Conmebol, la Copa Libertadores tuvo que salir de Argentina
Fueron días eternos entre la suspensión y la reprogramación inédita del River-Boca. El sábado, en el Monumental, debía jugarse la final más final de la Copa Libertadores. Al llegar el bus de los visitantes, con un pésimo operativo policial que al final le costó la cabeza al funcionario a cargo, un grupo de hinchas lo agredió salvajemente. Sumado a los gases de la Policía para persuadir, los jugadores la pasaron horrible: algunos lastimados, muchos afectados por lo que generan los gases. Pablo Pérez sufrió un corte en el brazo y, más que nada, una afección en el ojo izquierdo producto del vidrio roto. Lo mismo el juvenil Lamardo. Entonces, mientras Tevez, Almendra, Jara, Mauro Zárate, vomitaban el vestuario, Pablo Pérez y Lamardo iban a una clínica para ser revisados.
Pese a eso, debía jugarse a las 21 h. y se postergó para las 23.15 h. Allí Tevez y Gago, los más experimentados del plantel, presionaron para la suspensión. Denunciaron aprietes para jugar sí o sí… Minutos antes de llegar a ese horario, se juntaron los presidentes de Boca y de River con el mandamás de Conmebol: allí firmaron un escrito y decidieron jugarlo al otro día. Angelici quería jugarlo. Pasó que al llegar a la concentración de Boca se encontró con el pedido de Barros Schelotto, y de los jugadores. “Nosotros no jugamos. Esto fue como en el 2015, con el gas pimienta a River”, le dijeron al presidente y lo reclamó Tevez en Fox Sports. Ya esa noche la idea de Boca era reclamar los puntos. En el papel que defendía D’Onofrio se hablaba de “igualdad de condiciones para jugar”. Así que el domingo, tres horas antes del partido y con algo de gente dentro del Monumental, Conmebol decidió la nueva suspensión. Pablo Pérez y otros jugadores no estaban condiciones óptimas de disputar la final. En dos horas, el presidente de Conmebol pasó del “se juega a las 17” al “no se puede jugar”, así que convocó para el martes una reunión.
Rumbo a Paraguay fueron con dos posturas bien diferentes. River repitió decía que había que jugar el partido, con público, de nuevo en el Monumental. Boca armó una denuncia de 46 hojas para pedir los puntos. Sumó videos y avisó que iría al TAS en caso de ser necesario. “Boca no acepta jugar ningún parti- do”, sentenció Angelici. La Conme- bol pidió bajar los decibeles y envió una carta . El presidente de River desafió mal a Boca mientras arran- có el abanico de posibilidades... Ahora Boca torció su propio brazo y, está a la vista, todo cambió en días…