El oro de Modric honra a Xavi e Iniesta
EEl año de Luka acabó en fiestón a la francesa en un suntuoso palacio parisino donde se puso el punto y final al acaparador monopolio que Cristiano y Messi, Messi y Cristiano, habían consumado y consumido del Balón de Oro en los diez últimos años cuando caminaba solo o asociado a la FIFA y su entonces llamado FIFA World Player.
Modric conquistó a sus 33 años el premio individual más anhelado por los futbolistas por su historia y tradición. Ninguno reconoce públicamente, si acaso Cristiano Ronaldo, vivir obsesionado por el Balón de Oro, pero cuando lo tienen cerca o lo gana, su aroma embriaga y alcanza un valor sobrenatural.
Inapelable, 277 votos más que el segundo clasificado, un Cristiano que tuvo el feo detalle de no acudir a la gala, como tampoco acudió a la del premio ‘The Best’ porque tampoco lo ganaba él, o era para Modric, que me da igual, que me da lo mismo. Justo un punto más de diferencia que el año anterior, cuando el portugués aventajó en 276 a un Messi, ahora quinto por detrás de Griezmann y el rutilante Mbappé. Luka, a quien su madre Radojka se refirió en un emotivo vídeo como ‘moje sunce’ (mi sol), respiraba y sonreía por el escenario con la misma cadencia y elegancia con la que conduce el balón por un terreno de juego. Su éxito, su rotundo triunfo en todos los galardones individuales internacionales del año 2018, es un homenaje a un estilo de juego determinado, más romántico, más preciosista y sutil, menos dependiente de los goles, los pases de gol o, en definitiva, más ajeno a las estadísticas que ahora abruman el mundo del fútbol.
Como decía el propio jugador en su discurso, “la gente quiere ahora buscar algo diferente” y por eso recordó que dos de los suyos, aunque jugaran en el enemigo, Iniesta y Xavi, Xavi e Iniesta, bien podían haber ganado el Balón de Oro años atrás, sobre todo en ese año 2010 que se proclamaron campeones del mundo.
Modric habla el mismo idioma futbolístico que los dos locos bajitos del Barcelona y de la selección. Entienden el juego de manera parecida y lo afrontan desde una desventaja física que acelera a la máxima expresión su condición técnica. Como “una victoria para el fútbol” definió Luka su logro y tiene toda la razón porque su estilo es indiscutible e incuestionable más allá de los colores del cristal con qué se mire.
Mientras disfruta del placer del éxito, Modric no tiene nada claro cuál será su futuro futbolístico. Y si lo tiene, no suelta boca. Después de su intentona demasiado forzada y con soportes de barro económico de marcharse del Real Madrid el pasado verano, por su cabeza continúa vigente la idea convertida en posibilidad de abandonar el Bernabéu al final de esta temporada para hacer escala en el Inter antes de terminar en China.
En el club blanco, off the record, se acepta que se ha mejorado ostensiblemente su contrato que finaliza en 2020 y que, incluso, existe la posibilidad de prolongarlo una temporada, hasta 2021. Entonces el jugador tendría ya 36 años.
Sin embargo, este supuesto aumento de sueldo no se ha hecho público ni efectivo y fuentes cercanas al futbolista aseguran que no existe ningún documento firmado que así lo atestigüe, aunque las conversaciones han existido y el acuerdo verbal es una realidad.
En cualquier caso, ambas partes se han citado a final de esta temporada y entonces será cuando se replanteará la situación. Las probabilidades de que Modric abandone el Real Madrid existen y el hecho de que el club blanco esté dispuesto a hacer lo imposible por fichar a Eriksen (Tottenham) no hace sino pensar que será su relevo natural. Después de ganar cuatro Champions en cinco años y el baño de premios individuales en este ejercicio, el futbolista busca un retiro donde la obligación de ganar, ganar y ganar no sea tan acuciante como en el Real Madrid. Sobre todo porque él piensa que ya ha ganado todo lo que tenía que ganar, o casi, y preferiría disfrutar más del juego en otro escenario con menos focos mediáticos