El curioso arte de espiar a los rivales
El de Marcelo Bielsa es sólo el último de una larga lista de intentos por ‘robar’ información sobre el contrario
A Marcelo Bielsa nunca le han faltado adjetivos sobre su estilo de entrenar en Argentina, México, España, Francia e Inglaterra. Desde hace años le dicen el “Loco”, pero muy bien le podrían decir el “Filósofo” (con permiso de Ibraimovich y Guardiola) porque es un libro abierto de análisis, estrategia y pensamiento futbolístico. Como si se tratara de un gurú, hacia él han peregrinado muchos entrenadores, entre ellos Pep, quien lo visitó en Argentina para pertrecharse de datos, metodología y anécdotas.
Hace unas semanas, Bielsa fue denunciado en Inglaterra de espiar a los rivales del Leeds United, que dirige en la Championship. Una acción que, enmarcada dentro de la política del Fair Play, rompe las reglas de la ética profesional.
Él, aunque ofreció disculpas, la defendió como una forma de preparar los partidos. “Viveza criolla”, le llamarían en Argentina; espionaje, en Inglaterra la tierra de profesionales en el oficio como James Bond y Austin Powers. Caracterizado como esos personajes llegó el rosarino a las portadas de la prensa británica. “El nombre es Bielsa… Marcelo Bielsa”, ironizó el Dailyexpress “En otros países todo el mundo lo hace. Cuando entrenaba al Bayern Munich había gente en las pequeñas montañas con cámaras. Los adversarios miraban lo que entrenábamos”, describió Guardiola al respaldar al argentino. Abonando a la tesis del de Santpedor (“todos espían a todos en esta sociedad”) la historia misma del fútbol está llena de ejemplos. Arthur Melo, el volante del Barça, salió campeón de la Copa Libertadores en 2017. Su club, el Gremio de Porto Alegre, derrotó al Lanús en la final a doble partido. Los argentinos denunciaron que sus rivales habían utilizado drones para espiarlos. Renato Gaucho, el entrenador brasileño, lo justificó públicamente diciendo que “el mundo pertenece a los inteligentes”.
En el Mundial del 2018, ya en la fase clasificatoria, hubo un entredicho entre Suecia y Corea del Sur. Un miembro del equipo técnico escandinavo relató a un diario sueco que había alquilado una casa frente al lugar de entreno de los asiáticos. “Debí escalar una montaña durante mucho tiempo para llegar al lugar, pero ver el entrenamiento allí fue perfecto”. Janne Andersson, el entrenador en jefe, tuvo que dar la cara. Pidió disculpas. Creían que el movimiento era público y no pretendían espiar a sus rivales. Pero su colega coreano había tomado las precauciones: cambió los números de las camisetas de los jugadores. “Queríamos confundir al equipo sueco. Había llegado a nuestros oídos que había un espía”, aseguró Tae-yon orgulloso de su picardía.
En la fase embrionaria del mismo campeonato mundial se rescata otro ejemplo que se remonta a las Olimpiadas de 1924. El equipo de fútbol uruguayo fue el único latinoamericano que cruzó el Atlántico. Viajando en tercera clase se preparó en el barco para su debut ante Yugoslavia. Los balcánicos eran favoritos. Ya en París, los sudamericanos, únicos latinoamericanos del torneo, entrenaron en la cancha con la certeza de que había muchos yugoslavos observando a los “indios”. Para ratificar prejuicios salieron descalzos a la cancha y se mostraron torpes en el manejo de la pelota. Hicieron lo posible por parecer un adversario fácil. Nada más falso.
El 26 de mayo de 1924, en el suburbio de Colombes, cuando el árbitro George Vallat pitó el final, el partido había terminado 7-0 a favor de los uruguayos, que luego lograrían la medalla de oro invictos, con 20 goles a favor y 2 en contra. El primer campeón del mundo en el primer torneo organizado por la FIFA. El avance de la tecnología y de la inteligencia artificial, que hasta permite prever el minuto en que el rival puede hacer daño, obligan a los equipos a ser más celosos de sus secretos. Lo bueno es que mientras intentan regular y transparentar el comportamiento de clubes, árbitros, entrenadores, jugadores y aficionados, el ADN del fútbol siempre les ofrecerá la manera de driblar a tantos espías
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