Un currante obsesivo
→ La ética de trabajo de Kobe se convirtió en algo legendario
→ Kobe Bryant no tenía un helicóptero para presumir de bolsillo o dárselas de tipo interesante. El escolta usaba el aparato con dos ideas concretas: maximizar el tiempo que podía pasar con su familia y, al mismo tiempo, no perderse ni un minuto de su estricto plan de entrenamiento. “El tráfico empezó a ponerse muy mal. Estaba ahí sentado en medio de un atasco y acababa perdiéndome la obra escolar de mi hija porque estaba allí encallado. Y la cosa siguió empeorando. Tenía que encontrar una manera de entrenar y centrarme en el trabajo sin comprometer el tiempo con mi familia”, explicó el exjugador en una entrevista de 2018 con Barstool Sports. “Fue entonces cuando me informé sobre los helicópteros, para poder ir y volver en 15 minutos. Y ahí fue cuando empezó, mi rutina siempre era la misma. Pesas a primera hora, llevar a los niñas al colegio, volar al pabellón, entrenar como un loco, hacer mi curro extra, atender los medios, volar de vuelta, recoger a los niños”. La leyenda de Kobe tenía, sin duda, grandes dosis de fantasía y talento, pero para definir la verdadera dimensión del escolta como jugador de baloncesto y atleta había un tercer elemento definitorio: su legendaria ética de trabajo, algo revelado a través de los testimonios de sus compañeros de banquillo. “Kobe ha sido el único que ha hecho el trabajo”, aseguró Michael Jordan a Roland Lazenby, autor de la biografía del astro de los Bulls, cuando este le preguntó porque creía que Bryant era el único que merecía las comparaciones con él.
La mentalidad de la Mamba, el alter ego que se construyó el jugador sobre las pistas, le impulsó a buscar siempre la manera de ir más lejos en su preparación, ya tremenda de serie. “Entrabas ahí y estaba cortando, resoplando y moviéndose como si estuviera driblando con el balón y lanzando, aunque no había ninguna pelota. Pensé que era extraño, pero estoy seguro de que le ayudó”, escribió Shaquille O’neal en uno de sus libros.
La cosa venía de mucho antes. En el instituto aparecía en la pista de entrenamiento a las cinco de la mañana, y a veces retaba a sus compañeros a un ‘uno contra uno’ al mejor de 100. Según Sports Illustrated el peor resultado de esas pachangas fue de 100-12 para él. Para Kobe, el trabajo no cambiaba ni en pretemporada. Sus compañeros de equipo en los Juegos Olímpicos flipaban. “Estamos en Las Vegas y bajamos a desayunar antes de comenzar el entrenamiento”, contó Chris Bosh a la ESPN. “Entonces Kobe entra en la sala con hielo en las rodillas y toda la ropa empapada en sudor. Y pienso, ‘son las ocho de la mañana tío, ¿de dónde demonios viene?’”. Dwyane Wade recordaba eso en tono jocoso: “Estábamos ahí bostezando y él ya llevaba tres horas de entrenamiento”. El afán perfeccionista de Kobe tocó todas las áreas posibles. El helicóptero, al final, fue una herramienta más en su búsqueda de la perfección ●
“A las ocho de la mañana bajamos a desayunar y él ya llevaba horas entrenando”