El ‘8’ es un ‘10’
El otro día John Mcenroe
dijo en una entrevista a El País que elegiría a Rafa Nadal
para ir a una guerra. De conocerle, el mítico tenista ya tendría perfectamente a un segundo deportista para su lista: Víctor Tomàs. Valga la comparación para situar la figura del capitán del Barça
de balonmano, ejemplo de entrega y compromiso absolutos con su deporte. “Soy de sangre caliente y, a pesar de mi físico, no me he encogido nunca delante de nadie”, dice Víctor, toda una declaración de intenciones.
Estar 18 años en el Barça define sin más la categoría de Tomàs. Nadie juega tanto tiempo en un club tan exigente si no tiene una calidad especial, pero él además aportó y aportará hasta su último partido un pulmón, un corazón y un discurso sincero –también autocrítico o comprometido si lo creía conveniente– que conectaron como nadie con el Palau. Ahí dejará un hueco muy difícil de llenar con la misma verdad e intensidad. Era una obviedad desde hacía años que su camiseta colgaría para siempre del Palau.
Víctor se ha ganado el respeto unánime de todos dentro y fuera de la pista, de compañeros, rivales, afición, periodistas: no hay mejor demostración para medir la altura profesional y personal de alguien. Más allá de sus éxitos, cualquier deportista siempre será más grande y querido si la humildad y la normalidad fueron también compañeras de viaje durante su carrera. Con Víctor no hay duda: el ‘8’ es un ‘10’ ●