¿Corona qué?
Los virus acechan, penetran, infectan, acojonan y si cogen confianza y se les va la mano, matan. El Clásico del pasado domingo llegó acompañado de una fiebre endémica, siempre al hilo de las circunstancias: el suspense sobre el resultado. El Madrid se presentaba en plena depresión tras el 1-2 del City, que fortalecía la frágil moral del Barça, que en Nápoles obtuvo un buen resultado (1-1) con una mínima o nula concesión al espectáculo. Ya en el Bernabéu, Courtois congeló el despegue azulgrana y Vinicius y Mariano vacunaron a su equipo para afrontar con mejor cara el resto de la temporada.
Hay Liga; aunque afectada, que no infectada. El coronavirus progresa a una velocidad de adaptación que ya les gustaría a Bale, después de siete años, o a Griezmann, anclados en un estado de indolencia, el primero, y de desánimo, el segundo, que solo el fútbol puede combatir. Pero a ellos no les sale. A falta de interés o de confianza, según el caso, asisten asombrados, como el resto, a la propagación de un bicho que en nomenclatura técnica atiende por Covid-19, ese gran desconocido hace menos de dos meses y que desgraciadamente forma parte de nuestra cotidianidad.
Opinar de fútbol es lo que todos hacemos con mayor o menor acierto sin causar daños irreparables; hacerlo de medicina es mucho más serio, aunque nos lancemos al debate sin más conocimiento que la visita ocasional al ambulatorio o a la farmacia.
Por eso Jürgen Klopp, el mejor recambio posible para el Cholo Simeone cuando proceda –y no será por dinero-, ha vuelto a dar en el clavo al ser preguntado por el coronavirus y remitir a los expertos: “Soy un simple tipo que lleva una gorra de béisbol y va mal afeitado”. Amén ●