Mundo Deportivo

ODISEA EN PARÍS-NIZA LAS FRASES

El asturiano Iván García Cortina fue uno de los grandes protagonis­tas de la París-niza, marcada por el coronaviru­s Residente en Andorra, ganó una etapa, casi se lleva otra, y explica a MD cómo fue correr esta ‘carrera fantasma’

- Celes Piedrabuen­a

→ No todos los días uno tiene la suerte de ganar a todo un Peter Sagan, tres veces campeón del mundo y una de las principale­s estrellas del pelotón. Y cuando va y lo logra Iván García Cortina (24 años), en toda una exhibición de fuerza, resulta que lo hace sin público en la meta, sin casi ningún fotógrafo que inmortaliz­ara su alegría, sin nadie que le abrazara en el podio, en un escenario casi fantasmagó­rico debido a las medidas de precaución tomadas para escapar a las garras del coronaviru­s. Fue éste un desenlace más de los siete finales de la Parísniza, una carrera extraña de ver desde fuera ante la que estaba cayendo con todas las pruebas anuladas, pero más rara de protagoniz­ar para unos corredores acostumbra­dos a estar rodeados de público, a estar en contacto con los aficionado­s, porque sí, corren porque les gusta y es su profesión, pero corren sobre todo para los aficionado­s que los idolatran.

Por eso, la París-niza de este año fue de lo más atípica, sin aficionado­s en las zonas de salida y llegada, con los ciclistas permanecie­ndo en sus autobuses el mayor tiempo posible, alojándose como mucho dos equipos en un mismo hotel, y evitando cualquier contacto con la caravana ciclista, tanto en la zona del podio, como en las entrevista­s “que se hacían a la mayor distancia posible”, explica a MD Iván García Cortina, recién llegado a Andorra después de que su equipo se retirara de la carrera viendo el absurdo de acabar una prueba cuando el mundo se venía abajo por el coronaviru­s.

Junto a su pareja en Andorra, entrenador­a on line de preparació­n física y masajista, ‘El Guaje’ atiende a MD. Recuerda que fue a la París-niza para trabajar por sus compañeros Dylan Teuns y Pello Bilbao, ya que enfermó antes de la Vuelta a Valencia

y no se veía en la mejor de las formas. El de Gijón, ciclista español atípico, enamorado de las Clásicas y que sueña con ganar una vez en su vida la París-roubaix, cuenta que a su llegada el equipo les dio una hoja informativ­a, “nos dijeron que tuviéramos cuidado, que utilizáram­os siempre alcohol para limpiarnos las manos”. Ya en carrera, todo era “un poco raro”, y más aun fue su victoria del 10 de marzo. “Un día que gano y nadie me abraza en el podio, frente al cual había cuatro fotógrafos contados. Tampoco había público, ya que todo estaba vallado a 300 metros de meta y las entrevista­s las hice a la

Iván García Cortina

El equipo (Bahrainmcl­aren) nada más llegar nos dio una hoja informativ­a con lo que teníamos que hacer”

Un día que gano una etapa en una World Tour y no había nadie de público, y nadie me abrazó en el podio”

En el pelotón se hablaba de lo raro que era correr sin público y no te sentías seguro al leer las noticias”

Más que miedo al coronaviru­s, nos daba miedo quedarnos ahí por la cuarentena. Nadie nos aseguraba poder regresar a casa”

En los masajes también había más higiene y se desinfecta­ba la camilla cada vez que pasaba uno de nosotros”

mayor distancia posible”, recuerda. García Cortina no acababa de sentirse cómodo en una carrera en la que los ciclistas no eran ajenos a lo que ocurría en el mundo. No obstante, y pese a competir casi en silencio, “más que miedo al coronaviru­s, teníamos miedo de quedarnos en cuarentena. Nadie te aseguraba regresar a casa. Todo era muy raro, extremando las medidas de higiene, como en los masajes, ya que se desinfecta­ba la camilla”.

Pero él supo aislarse de este escenario fantasmagó­rico y emerger como un ciclón para lograr su segunda victoria World Tour tras la de California del año pasado, ante un rival como Peter Sagan, con el que tiene una buena relación y que le felicitó. “Una victoria es una victoria”, resume este ciclista con aire surfero.

Lo peor no fue la atípica París-niza, sino el desolador panorama que se le dibuja a él y al resto de ciclistas con las cancelacio­nes de pruebas que ha habido. Él, como sus colegas de profesión, dispone de un plan de entrenamie­nto del equipo. Se levanta cada día con la esperanza de regresar a la normalidad en breve, ya que, cansado tras el viaje, reconoce que entrena “sin ningún horizonte”. Inquietant­e, cuanto menos ●

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