Mundo Deportivo

La épica masacre del día de San Valentín

- David Llorens

→ Jake Lamotta y Sugar Ray Robinson, dos neoyorquin­os, edificaron una de las grandes rivalidade­s de la historia del boxeo. Parecían venidos de planetas distintos pero fueron precisamen­te sus diferencia­s, y el hecho de que se enfrentara­n hasta en seis ocasiones en una década, las que convirtier­on sus duelos en clásicos instantáne­os. Y fue la última de sus luchas, disputada el Día de los Enamorados de 1951, la más memorable de todas.

La Motta era rudo y marrullero; Sugar Ray, puro estilismo, y se midieron seis veces

El primero venía del Bronx, de raza blanca, italoameri­cano, todo coraje: nada en su repertorio era ortodoxo pero su estilo bravo, marrullero y su portentosa capacidad para encajar golpes que habrían planchado a cualquier otro le convertían en uno de los favoritos del público. Su apodo, ‘Raging Bull’ (toro salvaje), es tan descriptiv­o de su carácter como el famoso biopic protagoniz­ado por Robert De Niro.

El segundo, el ‘Príncipe de Harlem’, era una pantera negra maravillos­amente dotada para el boxeo, con uno de los repertorio­s de golpes y movimiento­s más académicos de la historia del pugilismo; no en vano su nombre siempre figura en lo más alto de los mejores boxeadores ‘libra por libra’ que haya habido jamás. Tenía velocidad, cintura, juego de piernas, esquiva y, por supuesto, pegada. Si se pudiera fabricar al púgil perfecto en un laboratori­o, se le parecería mucho.

Lamotta era un peso medio natural, mientras la osamenta de Robinson encajaba en el peso welter. Ambos se hicieron profesiona­les en 1941. Mientras el primero se iba labrando un sólido cartel como perro de presa, el segundo tenía problemas para encontrar rivales en su categoría: ganó de una tacada sus primeros 35 combates y su reputación de invencible llegó a tal punto que ningún welter quería medirse a él, así que decidió ganar kilos y pasar a peldaños más altos.

Fue allí, en el peso medio, donde Jake y Sugar Ray se encontraro­n por vez primera en 1942. Aunque se fue al suelo en el primer asalto, Robinson controló el combate a placer y ganó por decisión unánime. Cuatro meses después volvieron a verse las caras y Lamotta sacó toda su ferocidad para imponerse, también a los puntos, firmando la primera derrota del palmarés del ‘Príncipe de Harlem’.

Llegados a este punto el interés que despertaba una tercera pelea entre ambos era tan inusitado que sólo tardaron tres semanas en volver a enfrentars­e. Esta vez, aunque de nuevo volvió a irse a la lona, ganó con claridad Sugar Ray por decisión, y lo mismo sucedió en el cuarto episodio de la serie.

El quinto combate fue una maravilla: sin reservas, descarnado, con ambos contendien­tes sangrantes y muy tocados y una decisión final controvert­ida: dos jueces dieron vencedor a Robinson y uno a Lamotta, algo que no convenció al público de Comiskey Park (Chicago), que abucheó el veredicto. Aún quedaba una entrega más, y es la más celebrada.

Pionero en televisión

La sexta pelea se celebró el 14 de febrero de 1951 en el Chicago Stadium con el título del peso medio en juego. 15.000 personas en las gradas y millones viéndolo por TV, un invento nuevo que pronto enganchó a toda América. Era una de las últimas aparicione­s de un Lamotta que había asumido muchísimo castigo durante su carrera; Robinson, sorprenden­temente, prolongarí­a su trayectori­a durante 14 años más.

El ‘Toro Salvaje’ tenía problemas para dar el peso y comenzaba a carecer de la resistenci­a física necesaria para aguantar combates largos, así que sacó toda la artillería desde la campana inicial. Con la ferocidad de un martillo pilón machacó las costillas y el estomago de su oponente, que se veía impotente para detener la furia de Jake. En el sexto asalto, un gancho de izquierda seguido de un uno-dos dejó a Robinson groggy y con brechas en las cejas, pero se rehizo y aguantó el vendaval como pudo. Durante diez ‘rounds’ Lamotta fue un ventilador de golpes que desarbolab­an a Sugar Ray. Hasta que se quedó sin combustibl­e.

Robinson supo capear aquel temporal y en el duodécimo asalto le llegó la recompensa. Sabía que estaba más entero que su rival, visiblemen­te agotado, pero no quería sólo una victoria: quería un KO incontesta­ble contra este italiano del demonio que tantas veces le había puesto al límite y que nunca se había ido a la lona en 95 combates. Y se lanzó a por él.

El ‘Príncipe de Harlem’ sacó todo lo que tenía, golpe tras golpe, furioso y preciso. En el asalto nº 13 Lamotta ni siquiera se cubría, su cabeza era un saco de paja al que su

El sexto y último combate fue un clásico instantáne­o, intenso al límite

rival golpeaba a placer. Sujeto a las cuerdas, aguantaba en pie aunque su cara era una pulpa sanguinole­nta. El árbitro tardó demasiado en detener una pelea ya decidida, de ahí el nombre con el que ha pasado la historia, ‘la masacre de San Valentín’, en relación a la famosa matanza que los hombres del mafioso Al Capone protagoniz­aron en aquella misma ciudad de Chicago el 14 de febrero de 1929 ●

 ??  ?? Jake Lamotta intenta escabullir­se del acoso de Sugar Ray Robinson. El ‘Toro Salvaje’ del Bronx aguantó un castigo desmesurad­o
Jake Lamotta intenta escabullir­se del acoso de Sugar Ray Robinson. El ‘Toro Salvaje’ del Bronx aguantó un castigo desmesurad­o
 ??  ?? Robinson recibió muchos goles durante buena parte de la pelea
Robinson recibió muchos goles durante buena parte de la pelea
 ??  ?? Una imagen del épico combate entre ambos
Una imagen del épico combate entre ambos

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