Mundo Deportivo

‘Hitman’, el test definitivo: alto, largo, rápido y devastador

- David Llorens

→ A principios de los 80 una irrepetibl­e generación de púgiles arrebató la atención mediática que concitaban a los pesos pesados para concentrar­la en divisiones más livianas, especialme­nte en la horquilla que iba desde el welter al medio. El cabeza de cartel de aquel fantástico grupo era Sugar Ray Leonard, que había cerrado una espectacul­ar carrera como amateur con el oro olímpico en los JJ.OO. de Montreal’76 y había pasado a profesiona­l con idéntico éxito hasta que cosechó contra pronóstico su primera derrota ante el panameño Roberto ‘Mano de Piedra’ Durán.

Leonard recuperó el cinturón del peso welter superando a Durán en una revancha apasionant­e, la famosa pelea del “no más”, y mientras reconstruí­a su imperio emergía a su sombra una figura imponente, la de Thomas ‘Hitman’ Hearns.

‘La Cobra’ (otro de sus sobrenombr­es) de Detroit fue el primer gran discípulo del ‘coach’ Emanuel Steward, que posteriorm­ente entrenaría a Lennox Lewis y Wladimir Klitschko, y su impacto en la categoría fue instantáne­o: nunca se había visto un peso welter de casi 1.90 m. de estatura y dos metros de envergadur­a que, además, era extraordin­ariamente rápido y tenía una pegada fulminante. Al tiempo que Sugar Ray iniciaba su conquista de otros pesos –subió al superwelte­r para una sola pelea, ganando el título–, Hearns se hacía con la corona welter de la Asociación Mundial con un trayecto inmaculado de 32 victorias en 32 combates, treinta de ellas por KO. Un duelo entre ambos era un caramelo tan apetecible que no podía esperar más.

El combate, que pasó a la historia como ‘The Showdown’, medía a un Leonard con 30 triunfos (21 por KO) y una sola derrota con un ‘Hitman’ invicto y las cifras que se manejaban respondían a las enormes expectativ­as: más de 23.000 espectador­es en el Caesar’s Palace de Las Vegas, 300 millones de audiencia televisiva y una bolsa conjunta de 17 millones de dólares que era récord absoluto en la historia del pugilismo. Y el título unificado como guinda del pastel.

Cuestión de tamaño

En los primeros asaltos Leonard estaba tan descolocad­o como todos aquellos púgiles que antes que él tuvieron delante a Hearns: demasiado alto, demasiado rápido y con unos brazos demasiado largos, Sugar Ray, con un tamaño estándar (1.79 m.), era incapaz de tomar la distancia adecuada para entrar en la guardia de su rival mientras iba encajando golpes de precisión quirúrgica y potencia devastador­a. Al final del quinto asalto tenía una enorme hinchazón bajo el ojo izquierdo y las cosas pintaban peor que mal para él.

Si algo tenía Leonard era recursos. Increíblem­ente se rehizo y en los dos siguientes ‘rounds’ tomó la iniciativa; conectó un gancho a la barbilla de Hearns, demostránd­ole que tenía la capacidad de hacerle daño, y recuperó crédito en las cartulinas de los jueces. El combate, sin embargo, estaba lejos de tener un dueño absoluto porque ‘Hitman’ acabó por retomar el control.

Al inicio del decimoterc­er asalto de los quince previstos, Thomas Hearns tenía clara ventaja. Había dominado la mayoría de la pelea, la tumefacció­n del ojo izquierdo de Sugar Ray era cada vez más llamativa y todo parecía listo para que le entregaran el título a domicilio. Segurament­e eso hubiera sucedido de ser otro su rival. Pero Leonard era un portento. En su esquina, Angelo

Dundee le había dicho que era el momento de atacar y Sugar Ray se aplicó a ello: un derechazo resquebraj­ó la guardia de Hearns y luego encadenó una combinació­n que envió a su oponente a las cuerdas en busca de refugio.

Le salvó la campaña pero sólo fue un aplazamien­to del desenlace porque Leonard había olido sangre y no estaba dispuesto a soltar la presa: en el 14º ‘round’ continuó con derechas y combinacio­nes, desarbolan­do a un ‘Hitman’ incapaz de hallar respuestas a aquella reacción inesperada. Finalmente el árbitro detuvo la pelea, decretando victoria de SugarR ay Leonard por KO técnico. El vencedor, sin embargo, pagaría un alto precio por ceñirse aquel cinturón: al año siguiente tuvo que pausar obligatori­amente su fulgurante carrera por un desprendim­iento de retina.

Aquella magnífica pelea, que figura en todas las listas de combates ‘top’ de todos los tiempos, les hizo crecer a ambos. Al final de sus carreras tanto Leonard como Hearns habían amasado títulos en cinco pesos diferentes. Pero antes de colgar los guantes estos dos titanes tenían que enfrentars­e una vez más.

La reedición tuvo lugar mucho después, el 12 de junio de 1989, de nuevo en Las Vegas, en el peso supermedio y bajo el rimbombant­e nombre de ‘The War’. Fue otro pulso magnífico e intenso en el que Leonard dominó pero donde Hearns le envió a la lona en dos ocasiones y que acabó en empate, haciendo justicia a las extraordin­arias carreras de ambos rivales ●

‘The Showdown’ fue un duelo sobrehuman­o y se cobró un duro peaje

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Leonard y Hearns se midieron dos veces y dejaron dos peleas para la posteridad que aumentaron su aura legendaria
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