El noveno asalto más memorable de la historia del pugilismo
El boxeo es, con diferencia, el deporte que más y mejor ha alimentado la literatura y el cine, tiene una mística entre épica y barriobajera que lo convierte inmediatamente en carne de guión. Una de las últimas grandes películas basada en una historia pugilística es ‘The Fighter’ (2010), protagonizada por Mark Wahlberg y por la que Christian Bale ganó el Óscar al Mejor Actor secundario. En ella se relata la historia de Micky Ward, un boxeador sin lustre que emerge de su propia mediocridad para convertirse en un referente. Nunca ganó un gran cinturón de campeón del mundo pero su brutal trilogía de enfrentamientos con el italo-canadiense Arturo Gatti aparece de forma destacada en todos los anales del pugilismo.
Ward, de ascendencia irlandesa, era uno de los amateurs más prometedores de Massachusetts y cuando pasó a profesional en 1985 pareció confirmar las esperanzas que despertaba encandenando 14 victorias. Sin embargo, una lesión en la mano fue mermando su capacidad. Tras encajar cuatro derrotas consecutivas, en 1991 colgó los guantes. Se puso a trabajar en una cuadrilla de pavimentación de carreteras y cuando hubo ahorrado lo suficiente se sometió a una compleja operación quirúrgica en la que le extrajeron tejido óseo de la pelvis para insertarlo en su mano y ayudar a fusionar los huesos que tanto dolor le causaban.
Micky tenía un hermanastro, Dicky Eklund (papel que interpreta Bale en el celuloide), que había sido un púgil del montón; en una ocasión se midió a Sugar Ray Leonard y, aunque perdió con claridad, aguantó en pie hasta la campana final. Eklund había entrenado a Ward pero cuando éste se retiró había tenido problemas de drogadicción. Pese a ello fue él quien convenció a ‘Irish’ de que regresara al ring una vez subsanada su lesión en la mano. Seis años después, volvía a calzarse los guantes.
Poco dotado para la esgrima pero con una tremenda potencia de pegada, Ward sumó un triunfo tras otro hasta ganar un título menor (el Mundial superligero versión UMB) y en 2002 se cruzó en su camino el rival al que su nombre se unió indefectiblemente.
Arturo Gatti, nacido en Italia pero emigrado a Quebec en su infancia, siempre se había caracterizado por su entrega y bravura en el ring, además de por su pegada, una versión algo más elaborada de Ward. Durante su carrera llegó a ser campeón del mundo en tres pesos (superpluma, ligero y superligero) pero cuando intentó competir en escenarios realmente grandes siempre se llevó tremendos escarmientos: Óscar De la Hoya y Floyd Mayweather le trituraron.
Ni Ward ni Gatti hubieran pasado a la historia por sí mismos. Pero cuando unieron destinos, con discretos balances de 37 victorias-11 derrotas (el estadounidense) y 34-5 (el italo-canadiense), fue como mezclar combustible con fuego.
El primero de sus duelos resultó sencillamente sensacional, seguramente el mejor de la trilogía. Celebrado en Uncasville (Connecticut), se resumió en pegar, pegar y pegar más que el rival, una absoluta reducción a lo esencial sin recursos estilísticos de ningún tipo. En el noveno ‘round’ la batalla adquirió tintes colosales: Micky envió a Arturo a la lona de un mandoble y, aunque se levantó tras la cuenta de protección, Ward continuaba castigándole una y otra vez mientras su oponente se resistía a rendirse. Increíblemente, ambos llegaron en pie al final. Un juez decretó empate y los otros dos, victoria ajustadísima del americano.
Una batalla para la historia
Aquella pelea fue considerada la mejor del año en 2002 y una voz tan autorizada como la del ‘coach’ Emanuel Steward, que entre otros dirigió las carreras de Thomas Hearns, Lennox Lewis o Wladimir Klitschko, señaló que aquel noveno asalto había sido el mejor que hubiera visto jamás. Gatti y Ward pasaron los siguientes días en un hospital y antes de salir ya habían accedido a una revancha, que se celebró seis meses más tarde en Atlantic City.
El guión fue casi idéntico aunque en esta ocasión fue Ward quien besó la lona, en el tercer ‘round’; se recompuso y logró acabar otro choque descarnado y sin tregua. Victoria a los puntos para Gatti, que tuvo palabras de elogio para su oponente: “A veces me preguntaba qué sucedería si pudiera enfrentarme a mi gemelo. Ahora ya lo sé”.
Quedaba un tercer combate, en junio de 2003 y de nuevo en Atlantic City, y no defraudó en absoluto: otra batalla dramática en la que Gatti, pese a fracturarse una mano al golpear a Ward, se las apañó para llegar al límite y vencer a los puntos. El público en pie, los púgiles abrazados y, otra vez, mejor pelea del año. Durante su épica trilogía ambos lograron la mejor bolsa de su carrera, unos tres millones de dólares por barba.
Micky se retiró justo después y hoy regenta un gimnasio junto a Dicky Eklund en su localidad natal de Lowell, Massachusetts. Gatti continuó en activo cuatro años más. En 2009 apareció muerto por ahorcamiento en Brasil. Primero se acusó a su esposa de asesinato pero luego la autopsia dictaminó suicidio, aunque todavía hoy persisten serias dudas al respecto ●
Sus tres peleas fueron épicas: pegar, pegar y pegar desde el primer al último ‘round’