El fútbol se queda sin alma
He seguido los comentarios sobre el regalo que nos hizo la Bundesliga al reanudar su competición el pasado fin de semana. Y coincido con los que hablan de que eso no es el fútbol que corresponde al siglo XXI.
A lo largo de años de periplo periodístico hemos asistido a numerosas evoluciones y modificaciones técnicas, tácticas, reglamentarias, arbitrales, etc. Hemos visto desde el 3-2-5 de los años 50 al 5-3-2 del “catenaccio” italiano. También hemos asistido a la glorificación del invento como la elegancia de la Hungría de la posguerra, el Real de Di Stéfano, el Brasil de los 70, el fútbol total de Kovacs y Míchels, el Barça de Cruyff ,el Milan de Sacchi, etc. Podían agradar unos más que otros, pero en cualquier caso, ¿cuál fue el común denominador de todo ellos? El público, la afición, los fans, los socios...
Ahora no podemos decir lo mismo. Entre el Covid-19 y el afán por salvar unos cuantos millones quieren meternos gato por liebre. Triste favor le hacen al fútbol, porque lo que vimos el fin de semana en la Bundesliga fue un fútbol sin alma, desnudo, despojado de su esencia principal, los aficionados, que dan color y calor al espectáculo. Sin ellos, pierde su razón de ser y se acerca más a un entrenamiento que a una competición. Los gritos, cánticos, murmullos o silencios de los espectadores son una necesaria música de fondo, tan determinante como prescindir del balón. O casi. Un mal partido con público puede resultar cuando menos interesante. Un buen partido sin afición es algo desabrido, sin sentido y, en resumen, lo que se dice un rollo patatero infumable ●