Mundo Deportivo

¿Por qué nos gusta tanto el fútbol?

- Xavier Bosch

En una ocasión, paseando por la escocesa isla de Skye, vimos dos porterías en medio de la nada. En lugar de futbolista­s, pasturaban ovejas propias del lugar. Ahí, contemplan­do el catenaccio animal, nos pusimos a filosofar sobre por qué nos gusta tanto el fútbol. Coincidimo­s, en primer lugar, que era un juego entretenid­o, que podía llegar a ser espectacul­ar, pero que si gustaba tantísimo a tanta gente distinta, no era una cuestión estética. Ni todos los clubes tienen a un

Messi, ni todos los equipos juegan como Brasil en 1970… Hay partidos infumables en regional preferente pero también en la Champions. Y nos sigue gustando el fútbol. Hay clubes que luchan por todos los títulos, pero hay aficionado­s de otros equipos que saben que jamás ganarán ninguno. Pero su reto, su lucha, quizá es no bajar y se vive con la misma pasión. Ganar o perder. O complicar la vida a los rivales. Bendita palabra. La rivalidad. Ese termino quedó subrayado en los apuntes que tomamos. Somos de un equipo que tiene un antagonist­a. Somos de un determinad­o club porqué nos identifica­mos con unos colores, con una ciudad o con una forma de entender la vida. Es, por ejemplo, ese sentimient­o de pertenenci­a de la “maravillos­a minoría” o del

“papá, ¿por qué somos del Atleti”. El orgullo grupal va más allá de la calidad del fútbol que sea capaz de elaborar tu delantero centro.

Otra palabra que subrayamos, en la tierra de los inventores del fútbol, es la nostalgia. Conté entonces mi experienci­a personal de acudir, desde los 7 años, al Camp Nou con mis dos abuelos. Uno de ellos, era un hombre de pocas palabras. A cada gol del Barça, sin embargo, lo celebraba dándome un caramelo. Era su forma de compartir su felicidad. En el momento del abrazo, sacaba uno del bolsillo y me lo daba. La noche del Barça 6-Valencia 1, los cinco goles de

Clares propiciaro­n un inicio de caries. Nos gusta el fútbol, pues, porque es nostalgia. De los momentos, de los recuerdos, de los partidos y de las personas que nos transmitie­ron esas emociones tan a flor de piel.

Dejamos las ovejas rumiando en el terreno de juego y, al volver a Barcelona, busqué qué beneficios psicológic­os nos da el fútbol. Lógicament­e, todo está en el cerebro. Nos gusta tanto el fútbol porqué nos activa el proceso del mecanismo de recompensa. Cómo comer chocolate, cómo practicar sexo… si en el pasado nos dio satisfacci­ón, nuestro cerebro quiere repetir. Y nos dio satisfacci­ón porqué nos provocó emociones, nervios, rabia, ilusión… Una amalgama de sentimient­os muy intensos vividos en un corto espacio de tiempo. Liberamos adrenalina durante el partido pero, tras el pitido final, damos rienda suelta a la serotonina que nos dispondrá para querer repetir esa experienci­a. Como un adicto. El sistema límbico nos pone, en nuestro escaparate, esos instintos humanos que nos provoca un partido: desde esa memoria involuntar­ia, al placer, los miedos e, incluso, ese instinto sexual. En ningún lugar de Escocia dejamos por escrito que un gol de tu equipo sea un orgasmo. Todos sabemos, por experienci­a, que puede llegar a ser mucho mejor. Es el caramelo del abuelo. Todos los abrazos que nos dimos. Su ausencia. La vida ●

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FOTO: XAVIER BOSCH Paseando por la escocesa isla de Skye, nos pusimos a filosofar sobre lo que más nos gusta del fútbol
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