Mundo Deportivo

Lleno virtual hasta la bandera

- Josep M. Artells

El jueves saldremos de dudas. Sevilla-betis. Para el derbi más cáustico y divertido del mundo podremos optar por la grada virtualiza­da o por el sonido desnudo del fútbol, es decir lo menos parecido al partido más afilado y chispeante. Pero ya sabemos lo que hay. La primera opción asegura el lleno hasta la bandera en todos los estadios, el primer éxito que hay que reconocer con respecto a la cruda realidad, con filas de aburridos ‘minions’ pixelados o bloques de lego simulando que en las gradas no cabe ni un alfiler. Conoceremo­s por fin a qué sabe ese sucedáneo de fútbol con revuelo impostado en las gradas, sin cánticos reconocibl­es y ovaciones enlatadas. Con goles que serán celebrados con un click en una mesa de mezclas que habrán sido marcados en la realidad en otro tiempo por no se sabe qué delantero de una temporada pasada. Falsas celebracio­nes que no son para engañar a nadie, ya lo sabemos, sino para crear un climax que genera curiosidad pero dista de emocionar desde un sofá. Todo se entiende.

LA SEGUNDA ELECCIÓN ES EL BOTÓN DEL fútbol natural, el fútbol sin música de fondo que nos ha enseñado la Bundesliga. El del ruído del eco teatral, el balonazo para ser peleado, la queja por una entrada brusca o el entrenador despachánd­ose con sus jugadores. El barullo que hay ahí abajo, el lenguaje impetuoso que con un poco de suerte nos puede aportar alguna frase de museo. Ante la disyuntiva, es agradecido escuchar la narración oyendo de fondo la jerarquía de Simeone o una orden del desinhibid­o Eder Sarabia a Messi, tan valiosa como el silencio acusador de Zidane sobre Vinicius. La tercera opción no está en el mando. Es una ruedecita, la de toda la vida, la de la radio, que conecta la casa con un sitio imaginario donde hablan expertos, un exárbitro, un narrador emotivo, algunos exfutbolis­tas, periodista­s y un juez de paz que finge poner orden. Una opción con legiones de adeptos. A quien echaremos a faltar de verdad, tanto como al ambiente real, será a Michael Robinson comentando con sus compañeros de siempre el fútbol de manera simple, erudita y con ese punto de salero inglés que le hacía insustitui­ble ●

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