Mundo Deportivo

El talento que se forjó en 300 metros

- Fabio Marchi

→ Aquel pequeño que sonreía cada vez que le dejaban entrar los coches de algunos invitados que visitaban su casa a las afueras de Madrid, tomando dos curvas en los 300 metros de camino hasta el garaje de forma poco normal para un chico de su edad, es hoy una leyenda. El mismo que le pidió un día el Seat 850 al encargado de mantenimie­nto de los coches de su familia, Demetrio, en el aparcamien­to vacío de la escuela. Allí, sorprendió realizando varios trompos ante la escondida mirada del director el centro, que tras verle desde su despacho, le endosó dos semanas de castigo limpiando las basuras del recinto durante una hora al día.

No lo podía evitar, lo llevaba en las venas y se dirigió hacia el éxito sin pensarlo. Carlos Sainz, ganador del Principe de Asturias de lo Deportes 2020, ya dejaba claro en lo que quería destacar. Su ‘pillería’ y pasión por la velocidad se vio de nuevo reflejada en su adolescenc­ia, cuando a los 16 años falsificó la firma de su padre para sacarse la licencia deportiva y competir en motocross, algo que le costó alguna bronca que no iba a quitarle un ápice de satisfacci­ón.

Campeón de España de Squash a esa edad, pronto despuntarí­a en los rallies para dirigirse a lo más alto. Por el camino le cayeron varios apodos, “el Bombardero”, le puso Zanini al ver su debut con el equipo oficial de Opel en el Rally Catalunya de 1884, ocupando el lugar de su cuñado Juan Carlos Oñoro, años después de que el propio catalán anunciara que “este joven nos va a retirar a todos”. Ahí deslumbró finalizand­o segundo en su estreno. Y ya en el Mundial, le llegaron a llamar ‘ojos de gato’ por una increíble exhibición en el San Remo 1988 por su velocidad entre una intensa niebla. Allí terminó de encandilar a Toyota, equipo con el que finalmente se coronó en 1990 y 1992, ganándose su ‘mote’ más conocido, ‘El Matador’, puesto por el mítico finlandés Juha Kankkunen y su copiloto Juha Pironen.

“Les llamó mucho la atención que yo iba ‘a por todas’. De España, por aquel entonces, solo conocían la siesta, los toros y el jamón, y ellos decidieron que yo tenía pinta de ‘Matador’”, reveló el propio Carlos.

Con el reto de ser el mejor en todos los terrenos para ser campeón, anteriorme­nte se había preparado con muchos test en los que maravilló desde el inicio. Tanto es así que en su primera vez en nieve, desquició al que fue su instructor aquel día, Alain Coppier, porque iba demasiado rápido y haciéndose el ‘loco’ al no entender las indicacion­es en francés, que no entendía que estaba ante una futura leyenda del motor. “¿Por ir despacio hay que pagar?”, dijo Carlos. A partir de ahí, su manager, Juanjo Lacalle sustituyó a Coppier en aquel test.

Todavía hoy día mantiene su mayor manía: la obsesión por los detalles. En el último Dakar llegó a pilotar varios días sin aire acondicion­ado en el desierto para rebajar el peso de su buggy. Y ante MD a su llegada de las especiales sauditas, pese a su gran ritmo, nunca estaba satisfecho, mirando los neumáticos tras bajarse de su Mini sin dejar de dar indicacion­es a sus ingenieros para mejorar. No lo puede evitar, es así. A sus 57 años preparó el Dakar metiendo su bici estática en una sauna. Ejemplo del trabajo bien hecho. Carlos, Rey del Dakar y de los rallies, es un merecido ganador del Princesa de Asturias ●

Carlos es un obseso de los detalles y en el Dakar incluso quitó el aire acondicion­ado

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FOTO: PEP MORATA Sainz, detallista como pocos, mirando el estado de unos neumáticos en el Mundial de Rallies

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