Vida y milagros del Santo
→ Casillas ‘cuelga las alas’ convertido en leyenda del Real y la Roja
→ Iker Casillas nunca fue el portero más académico de su generación. No dominaba el espacio aéreo como Neuer, ni tenía el juego de pies de Valdés o la sabiduría de Buffon para colocarse.
Bendecido con unos reflejos inverosímiles y con un talento natural para el liderazgo, Casillas forma parte por derecho propio del Olimpo de los grandes arqueros de todos los tiempos gracias a una intuición casi mágica para estar casi en el momento indicado en el sitio adecuado.
El año 2002 fue clave. Se hizo el dueño de la portería del Madrid y de la Selección
Funambulista de la línea de gol, su impecable comportamiento siempre despertó la admiración unánime de sus rivales. algo poco habitual en estos tiempos.
Apodado el Santo por su don para convertir lo milagroso en rutinario, Casillas ha marcado a generaciones enteras de seguidores de toda condición desde el 2002, el año que marcó el gran punto de inflexión en su carrera porque se consagró como leyenda del Madrid y de la Selección
Sus paradas salvadoras en la final de la Novena entrando de suplente cambiaron un destino que aquella primavera parecía más fuera que dentro del Madrid, apartado de la titularidad por Del Bosque en favor de César. Convertido ya en mito viviente del Madrid con solo 21 años, el siguiente golpe de suerte llegó unos meses después en forma de bote de colonia. Un accidente doméstico dejó fuera de combate a Cañizares días antes del Mundial de Corea y Japón y Casillas, que iba de segundo portero, se hizo con una titularidad que mantuvo sin fisuras en los grandes torneos hasta 2016.
Su actuación ante Eire deteniendo tres penaltis (dos en la tanda) en los octavos le encumbró como el mejor portero nacional seis años antes de que en otra tanda y ante Italia hiciera saltar por los aires la maldición de España en cuartos y abriera de par en par la edad de oro de la Selección.
Aliado con la diosa fortuna, su error más grave pudo costarle la Décima al Madrid en Lisboa, pero Ramos, su herededor espiritual en el Madrid, acudió al rescate del Santo con un gol milagroso.
Los últimos años de su declive no le hicieron justicia: dejó el Madrid por la puerta de atrás con una despedida impropia de su categoría y un infarto le cortó las alas en Oporto. Pero nada ni nadie le podrá arrebatar su condición de mito ●