Burgos, ejemplar en la lucha ante la Covid-19
→ Las medidas en la cita burgalesa, un referente para el resto de pruebas
→ La noche antes de que empezara a rodar la Vuelta a Burgos 2020, el director de la prueba Marcos Moral casi no pegó ojo y entonó cuantas plegarias conocía para que la cita burgalesa se desarrollase con la máxima normalidad posible, cruzando los dedos para que la carrera mantuviera una velocidad de crucero y pudiera llegar a buen puerto. No empezó del todo bien con las ‘amenazas’ de positivo en el Israel Startup Nation, pero al final la Vuelta a Burgos finalizó con nota alta, gracias al impagable trabajo de la organización, de los equipos, corredores y de todas las partes implicadas en la carrera, así como del público que quiso seguir la carrera pie de carretera. Todos contribuyeron con su noble comportamiento. “Estoy muy contento y satisfecho de cómo ha ido todo. Todo funcionó muy bien y parte del éxito fue la preparación que realizamos antes de la carrera”, explica Marcos Moral a MD.
Lo cierto es que en Burgos se tomaron todas las medidas anti coronavirus que se pudieron y más, en todas las partes del recorrido, desde la salida a la llegada, intentando concienciar a todo el mundo. Por ejemplo, en carrera, dos coches de la organización y cuatro de la Guardia Civil iban recordando por megafonía las medidas de prevención anti Covid-19 que había que seguir, comolademantenerladistanciadeseguridad y la del uso de las mascarillas, tal como aplicaban los propios ciclistas desde que llegaban a la zona de salida. No se la quitaban en ningún momento. Subían con ella al control de firmas, cuando se les tomaba la temperatura, y la mantenían en sus rostros hasta que se iniciaban las etapas, poniéndosela en casi todos los casos cuando había que atender a la prensa; e incluso se daba el caso que estaban personalizadas en función del maillot que portase el corredor en cuestión.
A diferencia de otras pruebas previas, al finalizar cada etapa sí que había los podios de rigor, pero nadie tocaba a nadie y eran los propios corredores los que cogían los trofeos, siendo muy cautelosos también con los geles hidroalcohólicos. Basta recordar la fuente de contagios que es el uso de estas botellas, de los recipientes que hay en cualquier lugar ‘público’, en el que todas las personas accionan el mismo botón, pero en Burgos se accionaba un pedal, para evitar el riesgo de contagio. “Fuimos muy exigentes con nosotros mismos. Todo el mundo respondió y se vio que la gente tenía ganas de ciclismo”, añade Marcos Moral, acertando además en los momentos clave que podían crear conflictos, como en las dos etapas de montaña tan esperadas, las de Picón Blanco y Lagunas de Neila. El día anterior a su disputa el acceso estaba cerrado al tráfico, y a pie del puerto la Guardia Civil lo controlaba, permitiéndolo sólo a los que iban a pie y en bicicleta, controlando además que llevaran la mascarilla. Y en Burgos, a diferencia de otras pruebas que se han celebrado después, sí que se vio a muchos aficionados protegiéndose con la mascarilla.
Acceso limitado al público
Se dijo que en las zonas de salida y llegada se iba a permitir el acceso del público, limitando éste a 500 personas, pero nunca se completó y todas las personas que se veían en la zona de meta eran miembros de la organización, de los equipos, de la propia carrera y todos se habían sometido a los test de PCR. Por todo ello, por el riesgo que además asumía la Vuelta a Burgos de ser ‘el conejillo de Indias del nuevo ciclismo’, varias fueron las felicitaciones que recibieron. En Lagunas de Neila “nos dijeron que habíamos sido muy rígidos y que nos aplaudían por ello”, añade Moral.
Y, no contentos con su labor, también quisieron ayudar a los organizadores de las siguientes pruebas ciclistas, como Getxo y Ordizia. “Les pasamos los protocolos. Ahora, hay que ayudar a los demás a sacar lo que viene”, finaliza Marcos en una muestra más de generosidad ●